Definición de mobbing
En la actualidad, no existe una definición internacional de acoso moral en el lugar de trabajo. Sin embargo, podemos tomar prestada la de algunos investigadores sobre el tema para situarnos en el contexto, así como la que ofrece la Comisión Europea y la norma sueca. De este modo, nos encontramos con lo siguiente:
Leymann describe el atestado como una “situación en la que una persona o un grupo de personas ejercen una violencia psicológica extrema (en una o más de las 45 formas o comportamientos descritos por el LIPT), de forma sistemática (al menos, una vez por semana), durante un tiempo prolongado (más de 6 meses), sobre otra persona en el lugar de trabajo”. Es decir, el profesor considera el mobbing como una conducta hostil o intimidatoria que se practica hacia un trabajador desde una posición jerárquica superior o desde un grupo de iguales hacia los que éste mantiene una subordinación de hecho”.
La Comisión Europea define el mobbing como “comportamiento negativo entre compañeros o entre superiores e inferiores jerárquicos” a causa del cual el afectado “es objeto de acoso y ataques sistemáticos y durante mucho tiempo, de modo directo o indirecto, por parte de una o más personas, con el objetivo y/o el efecto de hacerle el vacío”.
La legislación sueca define el acoso moral como: “acciones recurrentes censurables o claramente negativas que van dirigidas contra empleados concretos de manera ofensiva y pueden tener como consecuencia la marginación de estos empleados de la comunidad laboral”.
Don Iñaki Piñuel y Zabala, psicólogo del trabajo en la Universidad de Alcalá de Henares y principal experto sobre mobbing en España, en su obra Mobbing: Cómo sobrevivir al psicoterror laboral define el mobbing como “el continuo y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un trabajador por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con vistas a lograr su aniquilación o destrucción psicológica y a obtener su salida de la organización a través de diferentes procedimientos”.
Finalmente, podríamos definir el mobbing como aquella persecución psicológica, con el consiguiente acoso moral, que superiores e incluso compañeros ejercen contra un empleado que no interesa o no cae bien. Supone la discriminación persistente mediante la calumnia, la ridiculización, el hostigamiento y el practicar el vacío en torno a alguien, por ejemplo: sin darle trabajo, para que se hunda y se marche ó, a veces, con el silencio de los compañeros.
La figura del agresor
Los especialistas, que han abordado este tema, coinciden en una concepción generalizada sobre la figura del acosador / hostigador, al cual describen como persona/as que presentan trastornos de personalidad, carentes de creatividad, con una intensa envidia por la excelencia ajena, gran ansia por la notoriedad, llegando, incluso, a la impostura. Estos hostigadores sufren lo que los expertos han denominado “Síndrome MIA” (Mediocridad Inoperante Activa).
La suma de todos estos factores hace que el hostigador ejerza un poder desmedido hacia aquellas personas que se cruzaron en su camino, haciéndoles la existencia imposible bien para conseguir lo que quieren de ellos, bien hacer que abandonen el puesto de trabajo. No tienen sentido de la culpabilidad e incurre repetidas veces en su papel agresivo; incluso aun cuando el acosado ha abandonado su lugar en la empresa, el hostigador continúa persiguiéndolo dando malas referencias sobre él a empresas futuras.
El profesor Piñuel y Zabala señala que estas personas tienen “una personalidad psicopática, con alteración del sentido de la norma moral”. Es mas, mantiene que el comportamiento de éstos suele tener su origen en la etapa escolar. De igual forma, el profesor sostiene que si se le hace frente es cobarde; es mentiroso compulsivo, con una gran capacidad de improvisar, y encuentra rápidamente nuevas razones para juzgar a la víctima. Suele ser un profesional bastante mediocre, con profundos sentimientos de inadecuación (complejo de inferioridad); personalidad controladora; y que necesita tres factores sin los cuales no puede actuar: el secreto, la vergüenza de la víctima y los testigos mudos.
A juicio de D. Manuel J. Rodríguez, miembro de la Asociación Española contra el Acoso Psicológico, “los hostigadores tienen una forma narcisista de ver las cosas; son incapaces de ponerse en el punto de vista de los demás; piensan que lo que ellos dicen es lo que debe ser bien visto y tolerado; son personas manipuladoras” y los define como psicópatas organizacionales.
La figura del acosado: la víctima
La figura del acosado o víctima del mobbing responde a las siguientes características: elevado nivel de ética, honradez, rectitud y alto sentido de la justicia; autónomo, independiente y con iniciativa; alta capacitación profesional (suele haber destacado por su brillantez en etapas anteriores); es popular entre sus compañeros y aglutina informalmente a los demás, removiendo así el orden jerárquico; posee un alto sentido cooperativo en el trabajo en equipo por su capacidad de empatizar; manifiesta sensibilidad y comprensión hacia el sufrimiento ajeno; con situaciones personales o familiares muy positivas.
Proceso de mobbing
Para que la persecución psicológica tenga lugar en el proceso productivo de la empresa, han de existir dos partes: de un lado, se encuentra la figura del hostigador, cuya finalidad será perseguir y hundir psicológicamente a su presa; y, de otro, tenemos al hostigado o víctima de semejante persecución, el cual pasará a ser vulnerable por no saber cómo afrontar los ataques psicológicos de su acosador.
Es importante advertir que esta situación no se produce de una forma instantánea y espontánea, así como tampoco se llega a ella por un conflicto puntual entre las partes, por existir una diferencia de opiniones, por una situación de estrés o sobrecarga laboral del propio trabajo, sino que ha de darse un conjunto de actos vejatorios con una continuidad en el tiempo de, al menos, seis meses y ser repetitivo o continuo.
El hostigador elige a su víctima de manera intencional y busca su destrucción y eliminación mediante todo tipo de estrategias perversas, tales como: aislar a la víctima en su entorno; atacarla, gritarla o abrumarla continuamente por todo cuanto hace, ya sea de manera verbal o modal; invadir su espacio territorial; entrar en su vida personal, criticando sus relaciones íntimas; encomendarle más tareas de las recomendadas para tacharle de incompetente e ineficaz; inducirle a errores cuando le encomienda las funciones; rebajar las responsabilidades o funciones de forma deliberada para crearle conscientemente un daño; manipular a sus compañeros obligándoles a alejarse de él / ella; acusarla de ser perezosa; etc…
La víctima, por su parte, al principio no es consciente de lo que le sucede y se vuelve vulnerable por no saber cómo afrontar los ataques de su agresor psicológico. No cree en que “eso le pueda estar pasando a él” y calla por temor al qué dirán. Día tras día, sufre en silencio hasta llegar a padecer una somatización concreta, traducida en: insomnio, estrés, ansiedad, depresión, aislamiento, deterioro de la autoestima, deterioro en las relaciones interpersonales (propios compañeros, familia y amigos). Incluso llegar al suicidio.
Este proceso de psicoterror, según la mayoría de las investigaciones europeas realizadas, afecta principalmente a personas con edades comprendidas entre los 40 y los 49 años y, dentro de éstos, destacan al género femenino como colectivo más afectado, independientemente de la ocupación laboral que tengan.
Sin embargo, en España, los resultados preliminares del Barómetro Cisneros I (Cuestionario Individual sobre Psicoterror, Negación, Estigmatización y Rechazo en Organizaciones Sociales, dirigido por el profesor Piñuel), reflejan que el grupo más afectado por este fenómeno es las personas menores de 30 años, con una antigüedad media de un año y con contratos temporales o de los denominados “basura”.
Marian
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