En la actualidad, la violencia está presente en muchas áreas de nuestra vida y se puede observar también en los ambientes de trabajo, donde con frecuencia se da a entender a los trabajadores que deben estar preparados para aceptar cualquier cosa con tal de conservar su empleo, inclusive la violencia.

A través de sus diversas manifestaciones que van desde la agresión física, pasando por el acoso sexual hasta llegar a la forma sutil del acoso psicológico, la violencia ha llegado a ser un problema mundial que crea graves amenazas, no sólo para la salud –incluso puede llegar a ser letal-, sino también para la seguridad, la eficacia del servicio, la productividad, la igualdad de trato y el trabajo decente con la consiguiente degradación del clima laboral. Pero, fundamentalmente, afecta la dignidad de la persona y es un problema capital de derechos humanos.Como la violencia física puede ser más fácilmente reconocida por su carácter visible, la agresión psicológica ha permanecido desapercibida hasta no hace tanto tiempo. Sin embargo, debido a su desenfrenado crecimiento, se la ha ubicado como un problema prioritario en el lugar de trabajo y recién ahora está recibiendo la atención que merece.

Según Leyman, en este fenómeno, que se ha llamado de diversas formas, v. gr., “mobbing”, acoso psicológico/moral, “bullying” o psicoterror laboral, la víctima es sometida a un proceso sistemático de estigmatización y privación de sus derechos civiles. No se trata, pues, de actos aislados y concretos sino de una conducta o comportamiento, esto es, de una sucesión de actos o “micro ofensas” que tienen un nexo común y que por sí mismas pueden no parecer suficientemente significativas o relevantes pero que, en cambio, cuando son consideradas en su conjunto, adquieren real importancia. Si el proceso se prolonga en el tiempo, incluso puede llegar a producir la exclusión del mercado laboral en el caso de que no pueda encontrar un nuevo empleo debido al daño psicológico infligido.

Marie France Hirigoyen efectuó importantes investigaciones que, afortunadamente, nos permiten visibilizar en la actualidad este tipo de violencia que antes permanecía oculto y escondido por una cultura que no nos dejaba incursionar en el terreno de lo sutil, pero real e insidioso, que permanecía inadmisiblemente impune y exento de reproche. Ahora lo sutil es evidente, pero lo que es más importante aún es que ello nos permite augurar un cambio importante en las relaciones humanas tanto en lo cotidiano como en la faz laboral que involucra a la vida misma.

Las ventajas del modelo multidisciplinario

Más allá del impostergable tratamiento legal que merece el problema, a lo cual nos referiremos luego, nos parece prioritario señalar que cuando se encara el tema, la primera dificultad que se presenta es de orden cognoscitivo, o sea, no sabemos bien a qué nos enfrentamos. Para superar este obstáculo, la difusión de los estudios actuales del tema constituye un mecanismo eficaz para que sea percibido, reconocido y comprendido, por cuanto ignorar lo que está pasando y la no participación permiten que el mobbing siga siendo ejercido impunemente por los acosadores.

Es necesario, pues, encarar el estudio del tema con la preocupación que despierta su verdadera trascendencia, ya que tanto los estudios de psicología y medicina del trabajo cuanto los informes de organismos internacionales confirman su existencia y, asimismo, su alarmante repercusión mundial.

La multidimensionalidad y el diverso atravesamiento que posee el acoso psicológico en el trabajo, ponen de manifiesto su carácter especialmente complejo, de tal manera que un abordaje multidisciplinario es lo aconsejable, en la medida en que el fenómeno, ya sea en su origen como en su desarrollo y efectos, tiene implicancias médicas, psicológicas y sociales para las víctimas y también consecuencias organizacionales, éticas y económicas para las empresas donde se desencadena.

Veámoslo en concreto. Además del problema económico que generan tales comportamientos laborales irracionales que obviamente solo pueden ser consentidos por sistemas ineficientes y carentes de ética, se suma el enorme costo que tiene para el individuo y los efectos destructivos sobre su salud, su vida de relación y su patrimonio.

Las consecuencias perjudiciales se trasmiten también a la propia organización por cuanto además de ver perjudicada su imagen, el proceso llega a desencadenar un mayor ausentismo y rotación del personal, pérdida de efectividad, de productividad y de motivación, no sólo con respecto a las víctimas del acoso moral, sino también a otros compañeros que sufren el clima psicosocial negativo en el trabajo.

Tampoco la sociedad permanece ajena a las consecuencias económicas de los problemas de la salud laboral y que repercuten en los gastos sanitarios asumidos por el sistema de salud, indemnizaciones por licencias, jubilaciones anticipadas, etc…

Peyrú y Corsi señalan también la necesidad de la intervención multidisciplinaria en temas de violencia. En efecto, cuando explican los procesos psicosociales de facilitación de la violencia, dicen que con mayor frecuencia se observa que aparecen formando parte de procesos activos de desconocimiento. Si el observador carece de herramientas conceptuales que le permitan identificarla y recortarla como objeto de estudio la violencia se torna invisible. Por tanto, concluyen, toda investigación que intente abarcarla debe ser producto de una interdisciplina.

A su vez, los reconocidos especialistas españoles Blanco Barea, López Parada y Barón Duque sostienen asimismo la conveniencia de recurrir a este modelo de estudio. Su eficacia radica, según lo explican, en la interrelación de las ciencias de la salud con las sociales, por cuanto ello permite buscar el núcleo común a todas. La intersección debe encontrarse en la realidad, pero si la interpretación de ella es diferente, la fórmula del enfoque multidisciplinario debe basarse en el punto común, esto es, en la persona misma, con su identidad física y psíquica y su dimensión colectiva como ser social.

Es preciso, pues, abrir canales de comunicación que promuevan el conocimiento cabal de la realidad psico-social del individuo en sí mismo considerado, de los grupos sociales, de la dimensión social de las personas y de la base individual de los grupos, comunidades y sociedades.Además, añaden los autores mencionados, el enfoque multidisciplinario es posible porque las áreas de la salud, las sociales y la jurídica, buscan un mismo fin, es decir, complementar lo necesario para que el equilibrio de la autoidentificación bio-social de cada ser humano, no sea puesto en peligro o, en su caso, no se agrave.

Por nuestra parte, concordamos con esta perspectiva abarcativa que ofrece la interdisciplina y creemos que debe ser acompañada también por la participación de los afectados. Esto garantiza que la solidaridad esté presente y que toda intervención esté encaminada fundamentalmente a ayudar a las victimas de esta verdadera tortura psicológica.

En idéntico sentido se pronuncia la OIT. El Repertorio de recomendaciones prácticas sobre la violencia en el lugar de trabajo y medidas para combatirla de 2003, sugiere utilizar las enseñanzas de la experiencia. Para ello, el empleador, en consulta con los representantes de los trabajadores, debería permitir que los afectados por la violencia en el lugar de trabajo puedan informar de sus vivencias y, concretamente: 1) comentar experiencias personales con los demás, a fin de neutralizar los efectos de la violencia; 2) ayudar a los afectados a comprender y superar lo que han vivido; 3) infundir ánimo y brindar apoyo; 4) centrarse en los hechos y proporcionar información y 5) explicar cuál es la ayuda disponible.

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Dra. Patricia Barbado – Argentina (Publicado en Revista de Derecho Laboral y de la Seguridad Social, Editorial LexisNexis, fascículo 15, Agosto de 2.005) – Argentina

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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