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La incertidumbre reinaba en los alrededores de la sala de despiece Campocarne, filial de Campofrío, de Rivas Vaciamadrid, durante las primeras horas de la noche de ayer. Sobre las 19,30 se inició un tremendo incendio en la parte nueva del edificio, que obligó a los más de 100 trabajadores que entonces se encontraban allí a abandonar apresuradamente las instalaciones.

«Han salido envueltos en humo», declaró Pedro Díez, alcalde de Arganda del Rey, junto a cuyo límite municipal se encuentra el matadero.
Tras los primeros recuentos, se constató la desaparición de dos trabajadores. El cuerpo del primero de ellos, Manuel Piélago, de 56 años y vecino de Arganda del Rey, se recuperaba en torno a la 1.30 horas. Al cierre de esta edición los bomberos trataban de rescatar el cuerpo del segundo, Miguel Escudero, de 30 años y vecino de Madrid. Sus compañeros se resistían a abandonar el lugar.

Vestidos con sus uniformes blancos, formaban corro junto a las instalaciones desalojadas y se abalanzaban ante cualquier persona que saliera de ellas y pudiera aportar alguna noticia.Efectivos de la Guardia Civil, la Policía Municipal y Protección Civil de Arganda y Rivas acordonaron y rastrearon la zona durante horas

Los trabajadores comentaban entrada la noche, con los ojos aún llorosos por el humo, que sobre las 19,30 horas «se apagaron las luces de la fábrica y comenzó a bajar humo desde el techo».

«Entonces», recordaban, «se encendieron las luces de emergencia y salimos corriendo por donde pudimos, porque ya empezabas a ahogarte por el humo. Unos salimos por las puertas de emergencia, otros por los muelles».

Uno de ellos recordaba al encargado instándoles a evacuar el edificio; otro, que en el momento de abrir las puertas de emergencia miró hacia arriba y vio «todo el tejado ardiendo».

Pese a que aún no se han esclarecido las causas del fuego, las primeras hipótesis barajadas por algunos trabajadores apuntaban a un fallo en la zona del cableado eléctrico, situada en el techo del edificio, desde el que los cables «bajan hasta las máquinas».También se habló de una soldadora.

Según los operarios, «el techo está construido de una mezcla de poliestán y chapa, que prende con mucha facilidad». En menos de dos minutos el fuego se extendió también por los laterales, recorriendo los cerca de 10.000 metros cuadrados de la nave de punta a punta.

Más del 75% de las instalaciones quedaron destruidas, en lo que fuentes de los bomberos de la Comunidad calificaron como «el incendio industrial más importante de Madrid en los últimos años».

Al lugar se desplazaron rápidamente 19 dotaciones de bomberos, 14 de la Comunidad de Madrid y cinco del Ayuntamiento de Arganda del Rey, cuyo parque se encuentra a escasos metros del lugar del siniestro. Tras iniciar las labores de extinción, los bomberos procedieron a aislar y refrigerar un depósito de amoniaco del matadero para prevenir su explosión.

Aproximadamente a las 23.00 horas se declaraba el grado cuatro, en el que se considera que el siniestro está prácticamente bajo control. Previamente, miembros de los bomberos y de Protección Civil organizaron una batida por los alrededores en espera de encontrar a los dos desaparecidos, que quizá pudieran hallarse aturdidos por los efectos de las emanaciones. Una enorme columna de humo se alzaba aún en medio de la noche.

«Dentro de lo que cabe, hemos tenido suerte de que el fuego haya empezado de día, cuando aún había luz. Si llega a ser a oscuras, muchos no habríamos salido», confesó uno de los trabajadores.

Durante el transcurso del incendio podían verse enormes llamas desde el pueblo de Arganda. Su alcalde informó de que se habían preparado dos autocares para una posible evacuación de trabajadores y vecinos, que, a la postre, fue innecesaria ,y que también se había habilitado la ciudad deportiva por si fuera necesario alojarlos allí.

Asimismo, el viceconsejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, Juan del Alamo, se personó para interesarse por el suceso. Pasada la medianoche, mientras aún entraban en el lugar algunos vehículos de las fuerzas de seguridad, vecinos y trabajadores seguían apostados frente a la puerta de las instalaciones, aturdidos, sin explicarse aún lo que había pasado.

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El Mundo

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