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Serafín Díaz, el técnico que logró poner en marcha las máquinas del Prestige, enumeró ante el juzgado de primera instancia de Corcubión una larga cadena de fallos y accidentes incomprensibles que parecían encaminados a evitar que pudieran arrancar los motores del petrolero. A sus 68 años, Díaz se descolgó desde un helicóptero sobre la cubierta del buque, batida por olas de ocho metros y enfangada de fuel. Sólo así podía evitar que terminara por embarrancar en la Costa de la Muerte, provocando una catástrofe de dimensiones muy superiores a la que ya afecta al litoral gallego.

Pero no le fue fácil. El inspector rememora en su declaración -a cuyo contenido íntegro ha tenido acceso este periódico- que «en un principio, el jefe de máquinas alegó que no tenía aire». «Se le requirió para que pusiera en marcha el otro compresor y alegó que estaba roto. A continuación, le dije que pusiera en marcha las bombas de lubricación, de circulación de agua salada y la de agua dulce, a lo que alegó que no tenía potencia eléctrica suficiente», relató.

«Lamentable» actitud

Díaz describe como el operario le explicó que «no se podía arrancar» un motor auxiliar. Sin embargo, después, un tripulante filipino abrió la válvula de combustible, tapada hasta ese momento por unas planchas y que, a su juicio, «tuvo que ser cerrada voluntariamente» para «dificultar el encendido» del motor auxiliar. Tras unos momentos de espera, se pusieron en marcha las bombas.

Pero no acabaron ahí los inconvenientes. Otro tripulante filipino argumentó que carecían de presión para la puesta en marcha del motor, por lo que reclamó que «se limpiaran los filtros». Sólo después de realizar esta tarea pudo arrancar la máquina. Eran ya casi las tres y media de la tarde, más de cinco horas después de su desembarco en el petrolero.

Jefe de máquinas con una experiencia de más de 45 años -entre ellos los que se dedicó a probar en condiciones extremas el funcionamiento de los sistemas de los grandes petroleros fabricados por Astano- Serafín Díaz no dudó en definir como «lamentable» el comportamiento del responsable del Prestige. Díaz llegó incluso a amenazarle con requerir la presencia de la Guardia Civil por su constante falta de colaboración.

También consta en la declaración su «sorpresa» por el hecho de que dos de las palancas de accionamiento de la bomba de inyección estaban rotas, cuando no había visto deteriorada «ninguna» a lo largo de su dilatada vida profesional. «El jefe de máquinas alegó que una de las palancas se rompió con la culata al escorar el barco»; sobre la segunda, no comentó nada. Sin embargo, pudo comprobar que la culata, una pieza con un peso de entre 800 y 1.000 kilos, «estaba firme».

El técnico no pudo asegurar si el capitán y su subordinado se estaban poniendo de acuerdo para «obstaculizar» el encendido de los motores «porque hablaban en griego», sí aclaró que no encontró disposición alguna para poner en marcha las máquinas, una actuación que consideró «primordial para alejarlo de la costa». El técnico enviado por el delegado del Gobierno al buque cuando se encontraba a sólo siete millas del litoral aseguró que desde el helicóptero «se veía un boquete largo -no una grieta- en el costado de estribor de unos 15 metros aproximadamente, como si se hubiera desprendido una plancha».

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Diario Sur

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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