Dormimos poco y mal. Los españoles son los europeos que acarrean una mayor deuda de sueño debido a sus malos hábitos de descanso. Los expertos creen que el problema parte fundamentalmente del alargamiento de la jornada laboral. La mayor dedicación al trabajo ha llevado a las familias a retrasar la hora de la cena y a prolongar hasta la madrugada el rato de ocio frente al televisor. Ese tiempo se ha ganado a costa de dormir menos. La neurofisiologa Ana Isabel Fernández dice que la mitad de la población está pagando ya las consecuencias de perder horas de sueño con problemas de salud tales como gastroenteritis, hipertensión y cardiopatías.
El síndrome de la deuda de sueño, como los especialistas lo han bautizado, se ceba especialmente entre los adolescentes, aunque no son ellos los únicos que lo padecen. Los más jóvenes aumentan ese déficit de descanso acumulado de lunes a viernes con noches de sábado en que la juerga se prolonga hasta el amanecer y domingos que resultan insuficientes para que el cuerpo se reponga de la falta del sueño y del exceso de tabaco, alcohol y otras sustancias tóxicas. «La juventud maltrata el sueño», argumenta Ana Isabel Fernández.
«Todos tenemos una hora en la que el sueño nos embarga. El problema es que hay muchas personas que si se acuestan tarde les cuesta más dormirse; y luego tienen que levantarse a la misma de siempre», añade la especialista. Los expertos estiman que unos trece millones de españoles padecerán a lo largo de su vida algún trastorno del sueño, un problema que a menudo llega a desesperar a quien lo sufre; con el agravante de que cuando más se obsesiona uno con él, más difícil resulta superarlo.
El insomnio y la somnolencia diurna constituyen dos de las complicaciones más comunes a las que uno se enfrenta a la hora de dormir. «El ritmo vigilia-sueño debe establecerse de manera correcta cuando se es un bebé. Si no es así, ese niño arrastrará el problema hasta la adolescencia y; si no lo corrige, continuará en su juventud y, seguirá así a lo largo de su vida», detalla Fernández.
El tratamiento del insomnio depende de la causa que lo desencadene. Los médicos diferencian entre al menos cinco variantes de esta enfermedad. Hay pacientes que en los que la imposibilidad de conciliar el sueño no tiene explicación ni causa aparente. En otros es transitorio, como consecuencia por ejemplo del duelo por una muerte cercana.
Hay personas en las que pesa más el factor psicológico, que no duermen porque están sometidas a un estrés demasiado elevado. Los medicamentos contra determinadas dolencias también provocan pérdida de sueño. Un último grupo, en el que se encuentran la práctica totalidad de los casos de jóvenes y adolescentes, lo forman los que no se duermen por malos hábitos de sueño y por el consumo de sustancias tóxicas.
Dormir bien es básico. «Debemos pensar que el sueño no sólo tiene una función reparadora, sino muchas otras. Durante la noche se segregan hormonas que mejoran el funcionamiento del organismos, se producen cambios metabólicos y la memoria trabaja para consolidar la información recibida», recuerda la neurofisiologa.
El exceso de sueño durante el día, que afecta al 5 por ciento de los adultos, es también consecuencia de las dificultades para el descanso nocturno. El bostezo puede no ser un problema, pero quedarse dormido al volante o cuando deben controlarse elementos de precisión, sí que lo es. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica asegura que un descanso deficiente multiplica por siete las posibilidades de sufrir un accidente de circulación, lo que coloca a la falta de sueño al mismo nivel que el abuso de alcohol.
La terapia contra el insomnio, antes de recurrir a los somníferos, consiste en aumentar progresivamente el tiempo de sueño. La manera mejor de hacerlo es ir adelantando poco a poco la hora de ir a la cama. Fernández también aconseja la toma de duchas de agua caliente para acostarse relajado. «A la cama no deben llevarse preocupaciones, que ni se resuelven ni dejan dormir», enfatiza la doctora.
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