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Este fin de semana se dormirá, se trabajará e incluso se estará de fiesta una hora más en la larga noche del sábado. En la madrugada de este domingo, como de costumbre al comenzar la estación otoñal, los relojes deberán retrasarse una hora. A las 03:00 horas serán las 02:00, dando carpetazo de este modo al horario de verano.

El conocido «cambio de hora» comenzó en 1974, cuando se produjo la primera crisis del petróleo y algunos países decidieron adelantar sus relojes para aprovechar más la luz del sol y consumir menos electricidad. Desde 2001, este cambio se incluye en la Novena Directiva del Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión, con carácter indefinido ya que su aplicación favorece «el buen funcionamiento» de sectores como los transportes.

Este año, la Asociación Española de Fabricantes de Iluminación estima que la medida ha supuesto una reducción del 9,8% el consumo de iluminación en los hogares, lo que equivale a un ahorro de 250 millones de euros en gasto energético y a una reducción de la emisión de alrededor de un millón de toneladas de CO2 a la atmósfera.
¿Cómo nos afecta el cambio de hora?

Ahorramos dinero y energía pero físiológicamente los cambios de hora estacionales también nos afectan. Según Ricardo Martínez Murillo, investigador del Insituto Cajal, adjunto al CSIC, las consecuencias de atrasar o adelantar una hora «nos somete a una adaptación al nuevo ritmo que se nos plantea».

Nuestro organismo, como el de cualquier ser vivo, está sometido a a muchos cambios de luz y en algunas ocasiones a algunos les cuesta adaptarse más que a otros. «Las personas proclives a la depresión suelen recaer en otoño cuando hay menos horas de luz».

En esto interfiere el sistema nervioso y el cerebro. Cuando entra la luz en la retina produce estímulos al cerebro, que regula los niveles hormonales de melatonina y serotonina (hormona de la felicidad)al percibir el cambio de horas de luz que recibe.

«La sensación que nos deja es parecida al jet lag pero más liviano. Al individuo le cuesta conciliar el sueño, sobre todo a los niños y a los ancianos», aclara Ricardo Martínez quien añade que «el cambio de hora provoca fatiga, cansancio y alteración en las horas de la comida»

«Las personas más sensibles sufren una abstemia prolongada de incluso un mes, pero lo habitual es que en tres días el ser humano se haya adaptado al cambio», señala el doctor Murillo quien aclara que esta medida se aplica en fin de semana para que «no nos afecte en el campo laboral».

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abc.es

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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