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Chile es un país estresado, al menos eso se puede deducir del informe de la Asociación Chilena de Seguridad que informa que esta patología tuvo un aumento del 10,8%, en 2013. El dato es respaldado por la Consultora Robert Half que indica que el 65% de los trabajadores nacionales habitualmente se siente bajo presión. Las principales razones para ello son la carga de trabajo (21%), problemas económicos (15%), falta de reconocimiento (13%) y horas extras (12%).

El Ministerio de Salud también aporta con algunos datos a tener en consideración, como que el 40% del ausentismo laboral y el 30% de las licencias médicas tienen su razón en el estrés. La Consultora Towers Watson es más enfática y asegura que el 98% de los empleados chilenos se ha visto afectado alguna vez por esta patología.

¿Cuándo es positivo?

En este contexto han salido voces a decir que no siempre es negativo para las personas, ya que su presencia permite reaccionar ante un estímulo, incluso antes de que este sea percibido. De ahí que se diga que el estrés en sí no es malo ya que en cierto nivel aumenta la eficacia y desarrolla las capacidades y destrezas. Al mismo tiempo mantiene un estado de atención, acción y pensamiento en las personas.  

Según los entendidos, el tema pasa a mayores cuando la presión logra paralizar al individuo, lo perjudica en la toma de decisiones y le impide la resolución de problemas. Para el psicólogo y docente de la P. Universidad Católica de Chile, Andrés Pucheu es preciso aclarar que no es lo mismo trabajar bajo presión que tener un cuadro de estrés, pues en el primer caso “las personas pueden seguir teniendo claras sus metas y capacidad de planificación, mientras que en el segundo siente una carga incontrolable y difícilmente puede planificar su día a día”.   

El profesional agrega que aunque este síndrome repercute principalmente en la vida laboral, no siempre se engendra en ese ambiente, ya que se sabe que muchos síntomas dan sus primeras señales en el hogar. “Las personas, involuntariamente, agreden a su familia, pues no contienen sus emociones. Luego, comienza un cuadro de angustia y eso es lo que se refleja en la oficina”, indica.

Metas sociales afectan a los jóvenes

La ayuda se hace necesaria, a juicio de Pucheu, “cuando una persona pierde por completo su capacidad para estructurar planes y le es difícil dominar sus emociones”. El académico de la UC explica además que actualmente en el país existe una gran disparidad entre las expectativas de los trabajadores y las funciones que realiza, lo que ha aumentado los niveles de frustración, a su vez comenta que en los jóvenes se han visto las tasas más altas, pues muchos de ellos aspiran a proyectos de vida distantes de lo que realmente pueden lograr.  

“Los jóvenes universitarios tienen expectativas más altas que sus padres, pero entran a un mundo más competitivo. No hay ascensos y tienen la sensación de que su situación no cambiará, culpan de eso al trabajo y eso les produce estrés”, concluye Pucheu.

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