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Esperanza, rutina y autogestión, dentro. Transparencia, fuera. Hay más, pero estos deberían ser, en opinión de psicólogos expertos en emergencias, los puntos cruciales sobre los que tendría que pivotar el operativo montado para hacer más llevadero el drama que les ha tocado vivir a los 33 mineros chilenos que se calcula que van a estar más de tres meses atrapados a casi 700 metros de la superficie. Como en el infierno que teatralizó Sartre, el tiempo allí es angustiante y sofocante. ¿Cómo responde el ser humano a tal situación de hacinamiento?

La esperanza es algo que ese grupo de hombres ya ha conquistado, después de tener la primera comunicación con la superficie y constatar que no están olvidados en ese agujero. Ayer empezaron a trabajar las máquinas que deben abrir el boquete para sacarlos de ese agujero. Aunque mientras duran esas tareas hay que recurrir a la rutina. Y eso lo han empezado ya a ensayar, con ayuda desde el exterior, los atrapados, que se quiere que lleven un ritmo de vida lo más parecido a la rutina de la superficie. Tiene que haber también mucha transparencia. Pero esta premisa escapa al control de los mineros, pues compete a los responsables del operativo informarles con todo lujo de detalles y sin patrañas de todos los pasos necesarios para su rescate. Aquí no hay espacio para el desengaño. Y la autogestión. De todas las claves sería, en opinión de los expertos, la más primordial. La buena noticia es que esa organización autónoma ya ha surgido de forma espontánea y natural, sin instrucciones desde fuera, por tratarse de un grupo cohesionado y que se conoce muy bien. Los diferentes miembros están asumiendo los roles que el resto esperaría de ellos.

La capacidad de resistencia de un ser humano, en condiciones adversas, no tiene límites, afirma Antonio Puerta Torres, psicólogo especialista en emergencias, que trabaja en el Ayuntamiento de Madrid. “En casos como estos se suele caer en el error de infravalorar esa resistencia”, añade Puerta. Este experto se muestra más preocupado por las consecuencias físicas que puede provocar en esos hombres el obligado encierro, que las secuelas psicológicas de esa experiencia. Puerta remarca que uno de los factores que juegan a favor de esos trabajadores, al referirse a las relaciones que van a tener que mantener durante los próximos meses, “es, precisamente, el de pertenecer a un grupo ya fusionado y conformado”. Algo que no ocurriría, por ejemplo, “si esas personas hubiesen padecido ese mismo accidente en un túnel de metro y no se conociesen de nada”, añade.

El hecho de ser un grupo ya cohesionado y haber padecido el accidente en un entorno que les es más que familiar es lo que ha propiciado, indica Andrés Cuartero, coordinador del servicio de atención psicológica en emergencias de Barcelona, “que esos mineros hayan empezado ya a asumir roles y a autogestionarse”. Cuartero cree que mientras esa organización nazca de forma natural, “no hay que intervenir desde la superficie”. Y seguro que ya hay líderes. Eso resulta también primordial, en opinión de estos psicólogos, pues la vida –aunque sea en esas condiciones tan adversas– “necesita orden, organización y actividad”, añade Andrés Cuartero.

Anna Romeu, psicóloga clínica que trabaja también en el servicio de emergencias de Barcelona, coincide en que “la interferencia en esas pautas establecidas bajo el suelo debe ser cero”. Sólo habría que intervenir, recalca esta experta, “si se detectan problemas graves generados por esa autogestión”.

Una de las claves para sobrellevar esa dura situación (los 33 mineros han quedado atrapados en un refugio de cincuenta metros cuadrados) es recurrir a la rutina. “Hay que intentar reproducir al máximo la vida del exterior. “Resulta primordial no romper con los biorritmos del organismo”, indica Jesús Miranda Pérez, director del máster de emergencias y catástrofes de la Universidad de Málaga. Pero en ese día a día que espera a estos mineros debe haber también espacio para la improvisación, añade Miranda. “Es muy importante, para mantener el autocontrol, que ellos puedan seguir eligiendo y que se sientan útiles. Por eso habría que encomendarles la ejecución de pequeñas tareas”.

Los equipos que siguen a pie de mina el caso ya habrían reparado en eso y habrían comunicado a los mineros que ellos también pueden tener un papel activo en su rescate, abriendo parte del agujero desde las entrañas de la montaña. Para los psicólogos consultados por La Vanguardia ese es un buen comienzo, pues con el trabajo se podrán establecer turnos y horarios. Eso es rutina y si en la galería se ponen luces, que se encienden de día y se apagan de noche, la vida será aún más parecida a la del exterior. Es la mejor fórmula para que pasen las horas, días, semanas y meses que aún faltan para volver a ver la luz.

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La Vanguardia

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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