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El ejercicio de la medicina perjudica seriamente la salud mental. Una encuesta del Instituto de Estudios Laborales de la escuela de negocios Esade pone de manifiesto que el 87 por ciento de los médicos de atención primaria se ha sentido alguna vez “agotado emocionalmente” por el trabajo. El burn out, nombre que inglés designa a la más castiza denominación de estar quemado por el trabajo, acecha a los médicos de familia. Un 82 por ciento confiesa que se ha sentido alguna vez harto de sus pacientes.

No es un hábito extendido, pero una de las consecuencias de ese desgaste profesional es el consumo de psicofármacos. Un 23 por ciento de los encuestados admite tomar estos medicamentos, proporción que a Somon Dolan, uno de los responsables del estudio, le parece poco significativa. Los autores de la investigación, que han recabado la opinión de 449 médicos, han descubierto que el 84 por ciento de los interrogados cree que la culpa de su malestar la tiene la mala organización sanitaria. Apenas un 7 por ciento atribuye la responsabilidad de su desgracia a factores personales.

Un dato revelador es la asociación entre el síndrome de estar quemado y la sensación de fracaso profesional. Un 71 por ciento de los médicos sufre en carne propia esta frustración. Con todo, el hartazgo profesional no es la traducción de deterioro vocacional. Apenas un 16 por ciento cambiaría de profesión. Eso sí, a casi un 70 por ciento no le gustaría que sus hijos siguieran sus pasos y estudiaran medicina. Hechos que abonan la desmotivación es el trato que reciben los galenos en sus centros de trabajo. Un 93 por ciento no está contento con el tratamiento que se le dispensa. Por eso no es extraño que el 51 por ciento de los encuestados manifieste estar a disgusto en su puesto. Al estrés y desgaste se une el sentimiento de estar mal pagado. Sólo un 17 por ciento se siente bien remunerado.

A pesar de la desazón, un 40,7 por ciento de los médicos que afirman sentirse agotados emocionalmente se encuentra satisfecho con el trabajo. Los que más se resienten de este cansancio psíquico son los que su vez albergan más percepción de haber fracasado. La poca autonomía es factor determinante del hastío profesional. Así, un 83 por ciento de los que confiesan sentirse quemados argumenta que tiene escaso margen de decisión. Entre las soluciones apuntadas, un 79 por ciento apuesta por disponer de tiempo suficiente para atender a los pacientes en la consulta y un 26 por ciento aboga por una mejora salarial. Otra opción es la formación en el manejo de las emociones.

Ya existe juridisprudencia en los anales del derecho sanitario español sobre el burn out. Un juez de Sevilla reconoció en junio de 2003 que el estrés crónico de los médicos debido a la presión asistencial bajo la que trabajan es una enfermedad laboral. El proceso judicial fue incoado por la asesoría jurídica del Colegio de Médicos a instancias de la familia de un médico que falleció de un infarto en 2001.

La sentencia deja patente la falta, en muchos casos, de medios materiales y humanos adecuados para desarrollar una correcta asistencia sanitaria en los centros de salud. Por otro lado, define el burn out como un tipo característico de estrés propio de “trabajadores en contacto directo y continuado con las personas, y que después de meses o años de dedicación acaban por estar desgastados profesionalmente”. Entre los grupos de riesgo cita el juez a los médicos, los psicólogos, los asistentes sociales y los profesores.

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Europa Sur

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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