• Autor de la entrada:
  • Categoría de la entrada:Noticias
  • Tiempo de lectura:7 minutos de lectura

Hoy miles de españoles empiezan a trabajar después de un largo descanso, un cambio demasiado brusco que puede provocar desde una ligera sensación de tristeza y apatía hasta taquicardias y problemas digestivos. Es lo que se conoce como síndrome post-vacacional, un término que no admite la Psiquiatría, pero con el que se identifica el 35 por ciento de los ciudadanos.

El síndrome postvacacional no está descrito en ningún manual de Medicina. No existe para la Psiquiatría y ni tan siquiera para quien lo padece. Porque, ¿quién se atreve a acudir a su médico para quejarse de lo mucho que sufre por incorporarse a su trabajo? Pero lo cierto es que muchas personas, incluso los niños, experimentan síntomas psíquicos y físicos, sólo con pensar que deben reanudar la rutina. Una ligera angustia, ansiedad, insomnio, irritabilidad, alteraciones digestivas, apatía, dolores de cabeza…, todas ellas manifestaciones para las que no existe una explicación clara, y que se agrupan bajo el término de síndrome postvacacional.

Todo puede empezar unos días antes de la vuelta y permanecer durante dos o tres días más, mientras el cuerpo y la mente se acostumbran a un cambio radical de estilo de vida (horarios, hábitos alimentarios…). Por fortuna, los trastornos son casi siempre pasajeros y sólo cuando perduran durante más de dos semanas se debe empezar a pensar en la posibilidad de que exista alguna enfermedad encubierta. Entonces habría que valorar que el fin de las vacaciones no es el único problema, sino que el afectado soporta unas malas condiciones laborales que le causan estrés. «Puede que se sienta acosado en su empresa, o experimente síntomas del «burn-out», es decir que esté «quemado» en su trabajo», afirma José Gil Martínez, profesor del Departamento de Personalidad Evolutiva y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Valencia. Este experto ha reflejado en un estudio con doscientas personas elegidas al azar las sensaciones que muchas personas experimentan al acabar las vacaciones. Y sus conclusiones son que el 35 por ciento de los españoles entre 25 y 40 años sufre depresión postvacacional.

Con problemas laborales

Del estudio se desprende que los que soportan peores condiciones laborales son los que padecen en mayor medida este síndrome y, sobre todo, los más jóvenes. Para Gil Martínez la explicación es sencilla: «Acaban de empezar su carrera profesional, se implican más en su trabajo y se llevan los problemas a casa. Sin embargo, con 40 años se cuenta con más recursos para ver los problemas con cierta perspectiva».

En cuanto a diferencias por sexos, las mujeres salen globalmente peor paradas que los hombres. No es un dato que sorprenda a quienes trabajan en salud mental, porque el sexo femenino muestra siempre una mayor tendencia a deprimirse. «En parte, porque soportan más responsabilidades. No sólo vuelven a trabajo, sino a asumir las labores del hogar, a preparar la vuelta al cole de los niños…», apunta este psicólogo.

La experiencia también muestra que lo pasan peor los que se marchan de vacaciones dejando cabos sueltos en su actividad laboral, con el deseo de que a la vuelta podrán atarlos con otro talante. Pero tras un mes de paréntesis, se dan cuenta que cuesta más desenmarañarlos, y aparecen los nervios, la ansiedad…

La lógica lleva a pensar que quien más disfruta de su tiempo de ocio estival es quien peor lleva la vuelta a los madrugones o a soportar un mal ambiente laboral. Aunque la realidad demuestra que el problema es mayor para los que han visto cómo sus vacaciones se han convertido en un proyecto fracasado, en opinión de Luis Muiño, psicólogo clínico. «Se generan tantas expectativas durante los once meses restantes que si no resultan como se esperaba el desencanto es terrible», comenta.

Por este motivo, este psicólogo considera más aconsejable repartir las vacaciones en dos o tres etapas. «Así, aunque no disfrutamos en las primeras, siempre nos queda la esperanza de que las siguientes serán mejores, sin frustrarnos porque tenemos que esperar al próximo verano». A su juicio, la situación ideal es conseguir que el año sea un continuo vaivén entre trabajo y tiempo de ocio.

En el extremo de los más sufridores por el retorno se sitúan aquellos que a la semana de irse de vacaciones, ya están pensando en volver, «Incluso, los hay que prefieren no tomarse vacaciones extensas para no pasar por el trago del regreso, según comprobamos en el estudio», asegura el psicólogo Gil Martínez.

Cuando la vuelta libera

Sin embargo, para algunas personas la vuelta a las obligaciones cotidianas puede suponer una liberación mayor que las vacaciones. Ese es el caso de muchas mujeres que se han visto obligadas a seguir haciendo las labores domésticas en su lugar de veraneo, incluso con más trabajo del habitual. Para ellas la vuelta a casa es casi un regalo. Cuando todo vuelve a la normalidad se puede planificar mejor la jornada, tener más tiempo para ellas, recuperar sus aficiones… El retorno también libera a las familias que no tienen unas buenas relaciones y para quienes el mes de decanso se convierte en mayor fuente de estrés.

Otro grupo que no sabe lo que es la depresión postvacacional es el de los adictos al trabajo. Aquellos que son incapaces de desconectar de sus obligaciones laborales por muchos kilómetros que haya de por medio.

A pesar de que la vuelta a lo cotidiano puede provocar algunas alteraciones, la mayoría de psiquiatras y psicólogos recomienda no poner etiquetas. «La depresión es un estado de ánimo que por su duración, persistencia e intensidad constituye una enfermedad. Lo que sentimos tras un mes de vacaciones es normal, una situación que requiere una adaptación, un volver a situarse en la dura realidad», explica Jerónimo Saiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid.

Para este especialista, las sensaciones que se viven en esta época están más relacionadas con el fin de un ciclo, como cuando termina el año. «Solemos prometernos cosas que nos cuesta realizar, como dejar de fumar, adelgazar o apuntarnos a un gimnasio. Si todas estas cosas no marchan bien producen frustración, pero forman parte de las ingratitudes de la vida. No podemos pretender que la Medicina cure también el dolor de la vida», insiste el doctor Saiz.

En el lado positivo, del fin del verano, se sitúa la vuelta a la rutina. Un estado positivo para el estado de ánimo y el carácter, siempre que no sea impuesto, en opinión de psiquiatras y psicólogos. La rutina organiza la vida, da seguridad, distribuye el tiempo y enfoca prioridades y tareas. También estructura y controla emociones y sentimientos.

0 0 votos
Valoración

ABC

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

Suscribirme
Notificar de
guest
:arrow: 
:D 
:? 
8-) 
:cry: 
:shock: 
:evil: 
:!: 
:geek: 
:idea: 
:lol: 
:x 
:mrgreen: 
:| 
:?: 
:P 
:oops: 
:roll: 
:( 
:) 
:o 
:twisted: 
:ugeek: 
;) 
 
0 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios