Aunque este artículo esta motivado y orientado a señalar la realidad actual de un sector específico, bien podría tenerse en cuenta y aplicarse a las actividades industriales, mineras, constructivas, comerciales, etc., para sensibilizar a los inversionistas, empresarios privados, directivos, organizaciones no gubernamentales e incluso a las autoridades legislativas, acerca de la urgente necesidad de cambiar el enfoque del tratamiento de la accidentalidad en el mundo. Un análisis concienzudo de los actuales modelos de gestión aplicados actualmente en todos los rubros de la actividad laboral puede corroborar este planteamiento.

Siendo la seguridad un concepto subjetivo, propio e inmanente del ser humano, en el mundo es percibido como algo tangible. El abordaje y metodología de su tratamiento, esencialmente redunda en el cumplimiento de los reglamentos, las sanciones y la enseñanza. He ahí la cuestión, se persiste en el mismo enfoque y su futuro no brinda una visión diferente y optimista.

Un ejemplo lo constituye el transporte terrestre y su cadena interminable de muerte y pérdidas. En muchos países latinoamericanos como en Perú, no hay Sistemas de Gestión específicamente diseñados para las operaciones de las empresas del transporte terrestre y su innegable necesidad aún no es percibida por las autoridades a cargo (e incluso la sociedad). Los empresarios del transporte (en cuyos escritorios se generan la gran mayoría de accidentes) así, no están obligados a establecer una gestión preventiva adecuada en sus operaciones. La mayoría, solo aplican el consabido e inadecuado habito de dar “cumplimiento de las “medidas” (¡?!) básicas de seguridad”; es decir sólo optan por la “cultura del cumplimiento del mínimo legal” (aunque muchas veces por interés y conveniencia). De allí, que esa mayoría no invierten o fingen invertir, no se comprometen o fingen comprometerse, no saben y fingen saber, no pueden o fingen que pueden, no quieren o fingen querer. El resultado es obvio.

La normatividad al respecto deviene en que “sólo se ve el árbol y no el bosque” y las estrategias así, mal enfocadas sólo están dirigidas a detectar el error e imponer la sanción, al control documentario, a la inspección de las máquinas y lo que es peor, a la espera del cambio por la capacitación. La psicología humana no es así. El cambio es un proceso complejo. No es tan sencillo como se percibe. Siendo un proceso constante, paciente y paulatino en lo individual, más complejo y complicado es en lo organizacional.

La problemática planteada es real, tanto para el transporte u otros rubros y su origen esta en que tercamente, se insiste en modelos de gestión “para la seguridad en el trabajo” basados en la seguridad industrial; el cual, no contempla estrategias firmes, claras y competentes para el involucramiento general en prevención, para el cambio individual y para el cambio organizacional (en las industrias en las organizaciones, en la sociedad), con miras a generar y desarrollar la ansiada cultura preventiva.

La seguridad en el transporte y en otras actividades en las que el hombre se expone a riesgos va hacia un camino que inexorablemente conduce a lo mismo.

Tal vez haya replicas a este discurso, y/o atenuantes favorables para replicar lo planteado, pero ante eso, las muertes, el dolor y las pérdidas que hay detrás de las estadísticas nos señalan que aún no somos lo suficientemente competentes para evitarlos.

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Lic. Luis Santiago Asunción Valverde – Experto en Psicología Organizacional, Prevención de Riesgos, Emergencias y Salud Ocupacional – Perú

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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