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El 4% de los trabajadores asegura haber sido víctima de agresiones físicas por personas ajenas a su trabajo, según una encuesta de la Unión Europea. Muchos otros sufren vejaciones.

Una sonora bofetada y dos insultos, gilipollas y soplapollas, fue lo que un subinspector de Hacienda recibió por parte de un contribuyente a quien había abierto una inspección tributaria. El Tribunal Supremo condenó al agresor el pasado mes de diciembre a seis meses de prisión por la bofetada propinada al funcionario público, que le dejó la cara sonrojada, según la sentencia, y a una multa de 6.000 euros por la carga vejatoria de los insultos.

Últimamente, los casos de acoso moral a los trabajadores o los casos de discriminación son, deafortunadamente, bastante habituales en sentencias y estadísticas. Pero resulta extraño encontrarse casos de agresiones físicas a empleados por personas ajenas a la organización donde trabajan.

Una encuesta de la Unión Europea (UE) indica que el 4% de los trabajadores asegura haber sido víctima de violencia física real por parte de personas ajenas a su lugar de trabajo (se incluyen usuarios y clientes). Y muchos otros empleados dicen haber sufrido amenazas e insultos, así como otras formas de agresión psicológica fuera del trabajo. Es una muestra que recoge la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo.

Evidentemente, el contacto con los usuarios o clientes eleva el riesgo de ser uno de los agredidos; así como trabajar en el sector servicios (sanitario, transporte, restauración, comercio minorista, financiero y educativo).

Los enfermeros, médicos, taxistas, conductores de autobús, cajeros, los trabajadores que realizan arreglos a domicilio, guardas de seguridad, mensajeros, policías, asistentas sociales, inspectores de aparcamiento, funcionarios de prisiones y gestores de vivienda social son los que más probabilidades tienen de ser agredidos físicamente.

Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, los empleados pueden sufrir consecuencias diversas dependiendo de la agresión y de las características personales de cada víctima. Así, los efectos van desde la desmotivación y la pérdida de satisfacción por el trabajo hasta el estrés y daños para la salud física o psicológica.

Unos efectos que, sin duda, influyen en las organizaciones, ya que baja el rendimiento de los trabajadores. Las consecuencias son: aumento del absentismo, descenso de la productividad, deterioro de las relaciones laborales y dificultades de contratación.

La Comisión Europea, a través de una directiva, obliga a la prevención de la violencia en el trabajo y hace responsables a los empresarios de velar para que los trabajadores no sufran daños en el trabajo.

En cualquier caso y según la agencia, la prevención de la violencia en el trabajo tiene dos niveles. El primero consiste en evitar al máximo que se produzcan actos de violencia. En el segundo nivel se trata de que, en el caso de que se haya producido daño a un trabajador, hay que prestarle todo el apoyo posible para minimizar los efectos perjudiciales del incidente.

La violencia se ha ido extendiendo paulatinamente desde las empresas que manejan bienes de alto valor (bancos y farmacias) a organizaciones públicas (por ejemplo, el transporte urbano). Según la agencia, se han detectado agresiones a bomberos y médicos de guardia. Algo que preocupar a las autoridades comunitarias.

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Cinco Días

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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