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Los organizadores de los encierros de San Fermín han sobredimensionado la atención sanitaria para reducir los riesgos asociados a este evento taurino, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad Pública de Navarra con una herramienta de análisis de fallos usada en la industria.

El Análisis Modal de Fallos y Efectos (AMFE) es una metodología desarrollada por el ejército, que se utiliza para disminuir riesgos en el ámbito de la ingeniería y un gran número de industrias, como los fabricantes de semiconductores, software, alimentos y productos biosanitarios.

Dos profesores de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) han aplicado esta herramienta para analizar el riesgo del encierro de Pamplona. Teniendo en cuenta este factor es inherente a la carrera ante los toros, los autores del estudio consideran que los organizadores del evento han potenciado “la mitigación de las consecuencias del riesgo, sobredimensionando la atención sanitaria”. Es decir, la probabilidad de necesitar todas las ambulancias que se despliegan diariamente a lo largo del recorrido es extremadamente pequeña si no se dan factores extraordinarios que rompan la normalidad de este espectáculo.

“En el encierro, se acepta que existe el riesgo del toro con el corredor, por lo que los organizadores buscan una minimización total de las consecuencias de ese riesgo mediante la asistencia sanitaria. De ahí que el número de ambulancias disponibles esté sobredimensionado. Las probabilidades de necesitar todas las ambulancias son muy pequeñas, en el entorno de una entre 10.000, siempre que no haya eventos extraordinarios y la carrera evolucione de un modo normal”.

Así lo señala Fermín Mallor, catedrático del Departamento de Estadística e Investigación Operativa de la UPNA y coautor del trabajo junto a Javier Belloso Ezcurra, profesor del Departamento de Ingeniería Matemática e Informática y corredor de encierros. Ambos han estudiado los encierros de los últimos seis años (un total de 48 carreras) para identificar los riesgos existentes.

“Básicamente, el riesgo afecta tanto a corredores como a toros, siendo las fuentes de este riesgo los astados, los mozos y el recorrido –explica Belloso–. Respecto a los corredores, pueden sufrir heridas leves, como caídas, rasguños o roturas, o más graves, hasta el punto de llevarles a la muerte en algunos casos. Y los toros también se ponen en peligro, ya que padecen consecuencias físicas, como roturas de cuernos o pezuñas, además de aprender durante la carrera si alguien los toca o si embisten a un corredor”.

“Con el control de riesgos, se persigue que el toro sea el único riesgo del encierro, de tal forma que a los corredores no les afecten otros elementos como el estado de las calles, la presencia de corredores sin las condiciones físicas adecuadas o si el propio mozo no se encuentra bien para correr –señala Fermín Mallor–. Mientras que, en un proceso industrial, se busca la minimización absoluta del riesgo, el riesgo cero, en el encierro esto es imposible, porque la esencia de esta carrera es, precisamente, el riesgo”.

Para ello, en la preparación y el control del encierro intervienen una serie de actores cuyo objetivo es eliminar los riesgos generados al margen de los toros, como los servicios de limpieza, los carpinteros que instalan el vallado, los agentes de policía, los dobladores y los pastores.

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agenciasinc.es

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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