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El ministro francés de Sanidad, Xavier Bertrand, declarándose partidario de “la prohibición de fumar en los lugares públicos” y dando a entender que eso podría entrar en vigor el próximo 1 de enero, se ha anticipado a la decisión definitiva que ha de adoptar el primer ministro. “Y se ha anticipado también a lo que debe dictaminar una comisión parlamentaria sobre la cuestión que fue creada en abril precisamente porque el Gobierno no sabía qué hacer”, ha dicho el socialista Claude Evin, especialista en cuestiones sanitarias.

Sólo tres lugares públicos escaparían a la prohibición: casinos, discotecas y bares-tabaco, que en Francia sirven de estanco. Para la organización profesional de los propietarios de locales dedicados a la restauración “son los restauradores quienes deben decidir si su local admite o no a los fumadores y quien tiene que adaptarse a los deseos de los clientes”.

La legislación francesa antitabaco se puso en marcha en 1976 -se fijaron los topes de nicotina y alquitrán y se redujeron los espacios publicitarios- y se intensificó en 1991: prohibición total de la publicidad, obligación de adecuar en los lugares públicos espacios reservados a los fumadores… El resultado es una coexistencia civilizada entre fumadores y no fumadores que no parecía exigir el paso que ahora quiere dar el Gobierno a favor de la prohibición total.

La explicación a la iniciativa puede que haya que buscarla en la cada vez mayor importancia de los procesos judiciales relativos a los perjuicios causados a la salud de las personas. “El problema no es prohibir o no prohibir, sino un dictamen jurídico de junio 2005 que obliga a los empresarios a garantizar la salud de sus trabajadores”, afirma Didier Chenet, presidente del sindicato de restauradores, hoteleros y de cafeterías. Chenet sugiere “crear un fondo de solidaridad para prevenir casos parecidos al del amianto”, es decir, para poder afrontar las futuras demandas de trabajadores contra sus empresarios cuando consideren que su enfermedad es causada por el tabaquismo pasivo al que fue sometido en el hotel, café o restaurante.

Las estadísticas sobre el llamado tabaquismo pasivo son puestas en duda por muchos especialistas, que estiman que “es imposible separar siempre los efectos nocivos del tabaco de los provocados por la polución, la alimentación o los que se derivan de causas genéticas”. El líder de los empresarios restauradores anticipa que “aceptar esta prohibición es abrir la puerta a otras que después puedan regular la cantidad de sal en la cocina o el porcentaje de grasa admisible en los guisos. Nos quieren sanos, delgados y jóvenes a la fuerza. ¡Acabarán por hacer obligatorios los liftings!”, ha declarado.

El socialista Evin, ex ministro de Sanidad, partidario de la prohibición, reclama “un poco de flexibilidad, pues una reforma de ese tipo no funciona si la opinión pública no está preparada y no es favorable”.

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El País

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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