El accidente ocurrió el 20 de agosto del 2003, sobre las nueve de la mañana, cuando el aprendiz se encontraba trabajando en la tercera planta, “con una ausencia total de medidas de protección individual”, dice el fallo, ya que carecía de casco, cinturón de seguridad, arnés de sujección a un punto de anclaje.
El muchacho manejaba una grúa destinada a elevar los materiales hasta el borde de la placa, pero la máquina carecía también del anclaje suficiente.
El chigri se desprendió y cayó al vacío, llevándose al joven. La caída fue desde unos diez metros y sufrió un traumatismo craneal y una larga lista de lesiones.
Permaneció en el hospital 585 días, pero las secuelas fueron tremendas porque vive en estado vegatativo, con una pérdida del 98% de sus capacidades mentales, voluntarias e involuntarias. De manera que sus padres han recuperado la patria potestad y son quienes se encargan de su cuidado y de decidir por él.
El magistrado Francisco Ruano Hernández dice que los testimonios de los policías locales y la inspectora de Trabajo le llevan a concluir que, pese a lo dicho por otros trabajadores que aseguraron que contaban con medios de seguridad, el accidentado carecía de cualquier medida que evitase su caída. Además, “el trabajador accidentado era menor de edad y estaba contratado como aprendiz, lo que impedía el manejo de máquinas y motores”.
Las tareas que podría realizar eran observar el trabajo ajeno y a funciones de limpieza.
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