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El mundo empresarial, dinámico y altamente competitivo, ha revolucionado el organigrama laboral. Cada vez se pide más a los trabajadores y, en ocasiones, ese nivel de exigencia no se ve compensado con recursos adicionales. Cuando eso ocurre, el empleado se siente desbordado y acaba perdiendo interés por su trabajo. Si a ello se le suma el hecho de que debe «dar la cara» diariamente y estar en contacto con terceras personas, el estrés se dispara y aparece lo que se conoce como «burnout» o «síndrome de estar quemado en el trabajo».

Esta patología, que la actual Ley de Prevención de Riesgos Laborales no contempla como enfermedad profesional, ha aparecido durante años soslayada en cuadros crónicos depresivos pese a tener una sintomatología diferencial y afectar a colectivos muy determinados. La sufren sobre todo profesionales que están en contacto constante con otras personas, como es el caso de enfermeras, asistentes sociales, maestros y funcionarios de prisiones y, en casos extremos, produce una incapacidad laboral parcial, según explicó a ABC Pedro Mondelo, responsable del Centro de Ergonomía y Prevención de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).

Maestros y enfermeras
Como sucede con el «moobing» o «síndrome del hostigado en el trabajo», no hay todavía estadísticas fiables respecto a la incidencia de esta enfermedad, aunque los ergónomos calculan que en colectivos como el de la enseñanza el «burnout» es el culpable de cerca del 30 por ciento de las bajas que se producen cada año.

Los síntomas de este nuevo síndrome, fruto de una mala organización del trabajo, son fácilmente detectables: fatiga crónica, ansiedad, depresión, trastornos del sueño, apatía y mal humor. En la mayoría de casos estos cuadros patológicos van acompañados también de actitudes negativas a nivel personal como ser desagradable con tus compañeros de trabajo o aislarte de las personas. Ergónomos, facultativos y psicólogos se reunieron ayer en la UPC para analizar esta nueva enfermedad, de difícil curación. Todos estos profesionales coincidieron en la necesidad de que el «burnout» sea reconocido como una patología profesional. «La actual ley no la reconoce como accidente laboral, aunque nosotros creemos que, dada su creciente incidencia debería ser catalogada como enfermedad», indicó Manuel Fernández, médico y responsable del Departamento de Salud Laboral de Correos. Fernández recordó que los afectados acaban odiando un trabajo que antaño les llenaba y por el que habían luchado y se convierten en personas negativas. «Es importante recordar que los afectados sólo pueden tratarse para paliar la sintomatología pero difícilmente pueden volver a desempeñar el mismo trabajo».

Por su parte, Mariano Unzeta, responsable del Servicio de Prevención y Seguridad Laboral del Departamento de Trabajo de la Generalitat, anunció que la administración autonómica elevará al Gobierno central una petición explícita de modificación de la actual normativa con el fin de que «este síndrome sea reconocido como una enfermedad profesional». Unzeta recordó que la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (1995) no obliga a las empresas a comunicar los casos de este tipo, lo que, según dijo, «hace más complicado que se tengan estadísticas generales sobre la cifra de afectados».

Mariano Unzeta precisó también que son muy pocas las empresas que desplegan una política activa de prevención de riesgos laborales, y las que lo hacen «no la desarrollan al completo».

Una encuesta apunta que sólo un treinta por ciento de las empresas establecidas en España dispone de mecanismos eficaces de prevención en este campo.

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ABC

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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