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El accidente de trabajo está en el vértice que separa la conciencia social de la racionalidad económica. La conciencia social lo registra como un acontecimiento negativo y la racionalidad económica como algo inevitable. Esta duplicidad sacude constantemente a los individuos, a los que parece inmovilizar el constante incremento de estos accidentes. Y es que, la siniestralidad laboral es el final de toda una acumulación de acontecimientos que no hacen más que reflejar el entorno de peligro donde se desarrolla la vida laboral de determinados individuos. En definitiva, el accidente de trabajo y las enfermedades profesionales no son más que síntomas de una profunda desigualdad.

El trabajo como algo penoso y, a su vez, como liberación van permanentemente unidos pero muchas veces esta liberación (económica, se entiende), que para algunos individuos genera la posibilidad de trabajar, es una actividad peligrosa. En una sociedad como la que vivimos, declarada defensora del medio ambiente y de la conservación de las especies, defensora del trato digno a los animales, en la que proliferan las dietas para mantener un cuerpo más bello y más sano, se admite el accidente de trabajo como un acontecimiento meramente estadístico, admitiendo sin reflexión que ello sólo se debe al progreso técnico y económico. En este punto, ¿qué clase de sociedad es esta en que la muerte en el ámbito laboral es un hecho asumido?

La aceptación de la relación entre trabajo y riesgo, su reconocimiento como inevitable, es decir, como lógica consecuencia de la organización de las sociedades industriales, no es más que el síntoma de que no se considera un problema y que lo admitimos como un dato real. Ni qué decir tiene que en este contexto, da la sensación de que lo que dicen los responsables de la prevención dentro de cada organización es oído, pero no escuchado, y que nos encontramos ante una idílica imagen del progreso, empujado hasta las últimas consecuencias por el trabajo. Autopistas de la información, conexiones instantáneas, telefonía móvil, la completa fascinación por el teclado, que más que nunca ponen el mundo al alcance de nuestra mano. En esta lucha del hombre con su entorno, el daño al cuerpo es un acontecimiento que pierde importancia ya que se considera que puede ser restaurado mediante la indemnización, o bien, adaptado de nuevo al trabajo mediante un proyecto ergonómico.

En este sentido, la normalización del accidente de trabajo no debe significar su ocultamiento, sino todo lo contrario, esto es, la multiplicación de organismos e instituciones dedicados a su análisis y prevención. Se debe permitir su delimitación como fenómeno social, y cualquier iniciativa que sensibilice y avance en esta educación sobre la importancia del hombre frente al progreso productivo es más que loable. Desde la administración, entre otras instancias, se llevan a cabo diversas apuestas en este sentido, dos de ellas se darán cita simultáneamente el próximo mes de noviembre en la ciudad de Valencia.

El XII Congreso Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo y la Feria Integral de Prevención, Protección, Seguridad y Salud Laboral, Laboralia, reflexionarán sobre estas cuestiones relacionadas con la prevención de la siniestralidad laboral, planteando respuestas y soluciones específicas gracias a una amplia gama de productos y servicios ofertados, así como a la gran afluencia de expertos en materia preventiva que asistirán a ambos eventos.

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El Periódico

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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