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Una gran ola imprevisible. Ésta fue, según uno de los peritos que declaró en el Juzgado de lo Penal número 5, la causa del accidente laboral que se registró en las obras del puerto exterior de punta Langosteira el 13 de febrero de 2006 y que supuso la muerte de dos operarios. Uno de ellos fue rescatado del mar, aunque falleció, y el cuerpo del otro desapareció entre las piedras y nunca se recuperó.

La Fiscalía, que pide para cada uno de los acusados una pena de tres años de prisión, sostiene que los imputados pudieron haber extremado las precauciones y utilizado una predicción de las condiciones del mar a corto plazo más precisa. Entiende que actuaron de forma negligente y por eso acusa al jefe de la obra, al encargado de la misma, al coordinador en materia de seguridad y salud y al jefe de seguridad de sendos delitos de homicidio por imprudencia y de otro contra el derecho de los trabajadores.

Un doctor en Náutica y capitán de la Marina Mercante declaró, en la segunda sesión del juicio, a petición de la defensa. Para este experto, las predicciones que utilizaba la UTE Langosteira en el momento de la obra eran “muy fiables”. Según el informe de este perito, los pronósticos a largo plazo que manejaban los técnicos de seguridad de la obra se correspondían, con exactitud, con los del Instituto de Meteorología Gallego, que no prevenían olas que superasen los tres metros de altura hasta el final del día.

Para el testigo propuesto por la defensa, la decisión de retomar los trabajos, que habían estado parados días antes por las condiciones meteorológicas, fue “una decisión prudente”, pues nada hacía prever que las condiciones del mar empeorasen antes de lo previsto. De hecho, según el experto, el tren de olas (fueron tres) que arrastró a los operarios y tiró al mar un bloque de grandes dimensiones fue seguido por oleaje normal que no hubiese supuesto ningún peligro para las personas que trabajaban en la construcción de un dique auxiliar.

El perito también sostuvo ante la juez que el tiempo que los procesados tardaron en avisar a los trabajadores para que abandonasen el dique tras comprobar el empeoramiento de las condiciones del mar “fue razonable”. La opinión de este experto contrasta con la ofrecida en la primera sesión de la vista oral por los inspectores de Trabajo que acudieron al lugar de los hechos. Para ellos, fue una temeridad que los operarios estuviesen en el dique donde se registró el accidente, pues las predicciones indicaban que el oleaje iba a ir en aumento, aunque situaba ese empeoramiento por la tarde y el accidente ocurrió a la una del mediodía. Las familias de las víctimas ya han sido indemnizadas y ninguna de ellas ejerce como acusación particular.

La Fiscalía pide veinte meses de prisión para cuatro personas que en julio de 2004 trabajaban para la empresa Terminales Marítimos de Galicia, dedicada a la carga y descarga de mercancías portuarias, en el muelle de Calvo Sotelo. Los acusa de un delito de lesiones por imprudencia y otro contra los derechos de los trabajadores por un accidente que sufrió una operaria. El Ministerio Público acusa a los imputados (uno de los gruístas, el encargado de coordinar las medidas de prevención de riesgos y dos de los capataces) de una “absoluta falta de coordinación en la maniobra” que produjo el accidente, ya que el carretillero no tenía visibilidad de la zona de trabajo. La lesionada se acercó para retirar un taco que no había sido recogido de una pila de tablero, pero en ese momento el carretillero, uno de los acusados, se disponía a depositar en el lugar otro paquete que atrapó a la trabajadora, que sufrió una rotura de cadera, entre otras lesiones. Como consecuencia del accidente tiene dificultades para caminar con normalidad, pues apenas mueve la pierna izquierda. El juicio por estos hechos se celebrará el martes de la semana que viene en el Juzgado de lo Penal número 4.

El mismo día, pero en el Penal número 1, serán juzgados los imputados por otro accidente laboral ocurrido en Maderas Peteiro en enero del año 2002. Según el escrito de calificación de la acusación pública, los responsables de la empresa permitían que los trabajadores etiquetasen paquetes de madera cuando estos estaban apilados y alcanzaban una altura superior a los dos metros. Para llegar a los montones más altos, los empleados se apoyaban en las otras maderas apiladas. Uno de los operarios cayó al suelo y quedó incapacitado de forma permanente para cualquier trabajo.

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La Opinión de la Coruña

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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