Parece que el absentismo laboral se ha convertido en un problema que no podemos ignorar. Los empresarios lo señalan como un tema central y de hecho lo han incorporado como punto específico en el acuerdo social firmado con los sindicatos, alegando que su magnitud lastra la competitividad y la salida de la crisis. Una propuesta no compartida por los sindicatos, pues consideran que el problema es ficticio (los recientes datos hechos públicos por el secretario de Estado de Seguridad Social muestran que España está por debajo de la media europea) y que el control del absentismo puede suponer una pérdida de derechos laborales. Ante este dilema, propongo unas reflexiones que quizás puedan ayudar al deseable acuerdo social.

Para empezar hay que revisar el significado de absentismo laboral, pues no todas las partes entienden lo mismo. Por ello es necesario separar el concepto de absentismo del de incapacidad laboral, ambos relacionados pero diferentes, pues absentismo es la ausencia al trabajo por cualquier motivo y la incapacidad es una ausencia por una enfermedad o lesión que impide trabajar. Es verdad que la mayoría de las ausencias se debe a las incapacidades, pero éstas están justificadas. Este solapamiento se basa en la sospecha, muy generalizada, de que muchas incapacidades son fraudulentas, pues o bien el problema de salud es inexistente o está exagerado. Así, una de las propuestas reiteradamente formulada por los empresarios consiste en ejercer un mayor control sobre los episodios de incapacidad, permitiendo a los médicos de las mutuas dar el alta si encuentran fraude.

Aceptando que haya fraude, que se debe cuantificar, pues de este tema se habla mucho pero hasta donde sabemos no hay estudios publicados, esta propuesta olvida un dato relevante, y es que el 25% de los casos de baja por enfermedad se resuelve en 3 días y el 50% en 7 días. A los 16 días, cuando pueden intervenir los médicos de las mutuas, sólo llega una tercera parte de los episodios. Todo lo cual da una idea de la dificultad que tendría gestionar un seguimiento de todos los episodios. No hay que olvidar que el número de casos es muy elevado, sólo en Cataluña se registra casi un millón de episodios cada año. Disponer de personal sanitario para hacer un seguimiento de los casos conllevaría un alto coste de gestión que haría ineficaz e ineficiente esta medida. Los episodios de larga duración, sobre los que sí sería factible el seguimiento, son los que con más claridad están justificados médicamente.

Por otro lado, el supuesto fraude puede estar reflejando, es una hipótesis, que las bajas por incapacidad estén resolviendo deficiencias de nuestro sistema de protección social, relacionado con la conciliación personal y laboral, usándose inadecuadamente –lo que me llevaría a separarlo conceptualmente del fraude– para cuidar a los hijos u otras personas dependientes. Ello explicaría, al menos en parte, por qué las mujeres tienen más episodios de incapacidad y una duración más prolongada, ya que son ellas mayoritariamente las que se hacen cargo de las personas dependientes… Una segunda derivada, ya señalada en varios estudios, es la doble jornada (presencia) en muchas mujeres, añadiendo al trabajo remunerado el trabajo doméstico, lo que incrementa la frecuencia de problemas de salud que terminan en incapacidad, con sucesivas y reiteradas recaídas. En este caso nada fraudulentas.

Una alternativa posible sería crear un nuevo tipo de prestación social cuyo objetivo sea permitir al trabajador quedarse en casa temporalmente cuidando a personas dependientes. Pensemos, por analogía, en la prestación por maternidad que en su día se separó lógicamente de la prestación por incapacidad temporal. Pues el embarazo no es un problema de salud, más bien lo contrario. Una nueva prestación que ya muchos convenios colectivos reconocen, al permitir la ausencia por razones de cuidados a hijos o personas dependientes, sin que tenga que estar justificada como incapacidad.

Un tercer elemento para la reflexión tiene que ver con el llamado presentismo laboral, del que no se habla, pero del que sabemos, por estudios realizados en otros países, que hay trabajadores que siguen trabajando aunque tengan un problema de salud, agravando así su salud. Un presentismo que se detecta más en trabajadores temporales, pues el miedo a la no renovación les impide disfrutar de su derecho a una ausencia por incapacidad, habiendo motivo real para ello. Lo que produce un círculo perverso de precariedad laboral y mala salud que puede llevar a la exclusión social.

Finalmente, la solución del absentismo y su reducción tiene diversos actores; no sólo las instituciones públicas, sea la Seguridad Social –mutuas o INSS– o el Sistema Nacional de Salud, que sin duda deben mejorar sus sistemas de gestión. También las empresas deben, algunas lo hacen, mejorar el clima laboral, pues a veces resulta, hay estudios que así lo muestran, que un incremento en la frecuencia de incapacidad laboral se debe a un deterioro en sus relaciones laborales y a una malas condiciones de trabajo. Mejorar la competitividad de nuestras empresas pasa por mejorar también las condiciones de trabajo y empleo en las empresas, lo que hará que el absentismo, no necesariamente la incapacidad, disminuya.

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Fernando G. Benavides

Fernando G. Benavides, director del Centro de Investigación en Salud Laboral. Universitat Pompeu Fabra – Revista Por Experiencia – ISTAS

Fuente Revista Por Experiencia

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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