Las mujeres son en estos momentos un grupo de riesgo tanto por tabaquismo activo como por tabaquismo pasivo, así se desprende del Libro blanco sobre mujeres y tabaco que ha editado recientemente el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo y el Ministerio de Sanidad y que han coordinado Isabel Nerín de la Puerta y Mireia Jané Checa. Son muchos los datos que apuntan la necesidad de un enfoque de género en las políticas de salud pública, un enfoque ineludible cuando se analiza la adicción al tabaco y la exposición al humo del tabaco de hombres y mujeres.

Una de las últimas investigaciones dirigida por la doctora Isabel Nerín de la Puerta en la Unidad de Tabaquismo de la Universidad de Zaragoza es especialmente reveladora respecto al riesgo de tabaquismo pasivo entre las mujeres. Se trata de una encuesta reciente, realizada en 2009 a 2.400 mujeres que habían sido ingresadas en un hospital de Zaragoza para dar a luz. Entre otras cuestiones se les preguntaba por su consumo de tabaco durante el embarazo y sobre la exposición a humo de tabaco en sus lugares de trabajo.

El resultado es sorprendente: a pesar de que desde 2006 está prohibido fumar en los lugares de trabajo, el 25% de esta muestra de mujeres había estado expuesto a humo de tabaco en su lugar de trabajo. Y lo más sorprendente es que las más expuestas no son las que trabajan en el sector de hostelería: un 18% trabajaba en oficinas y un 10% en hostelería. “Es evidente que en muchos lugares de trabajo la ley no se está cumpliendo –señala Isabel Nerín–, como también es evidente que se permite fumar en muchos locales de ocio de más de 100 metros cuadrados”. “Si se profundiza más en las condiciones laborales de las mujeres que han estado expuestas al humo durante su embarazo, lo que nos encontramos son personas que podían ver amenazado su empleo si exigían un ambiente libre de humos”.

Como muestran los datos de consumo de tabaco en España, el tabaquismo parece ser el precio de la incorporación de las mujeres al mundo laboral (ver tabla 1). En apenas 40 años, en España hemos pasado de una prevalencia del consumo de tabaco diario en mujeres del 2% a una prevalencia del 31%. Como señala Dolors Marín Tuyà, en el Libro blanco sobre mujeres y tabaco, la industria tabaquera era perfectamente consciente del mercado potencial que significaban las mujeres. Así, en la revista El Fumador se pueden leer, en 1999, afirmaciones como ésta: “Ellas, las mujeres, son ahora las damas del tabaco. Y no pocas de ellas son relevantes figuras sociales, dirigentes de empresas y artistas famosas, cuyos rostros asoman con frecuencia a las páginas impresas y a las pantallas de TV”.

Como explica Isabel Nerín de la Puerta, “a la mujer se le transmitió el mensaje de que fumar era un acto relacionado con la liberación y con la igualdad de derechos. Con imágenes muy potentes, la industria logró que la mujer asociara el hecho de fumar a un acto de libertad, de autonomía y de autogestión de las propias decisiones, cuando no hay nada más lejos de la libertad o la autonomía que una dependencia o una adicción”. “Ahora la publicidad del tabaco está prohibida –recuerda Nerín–; sin embargo, tan cerca como en el año 2000, marcas como Winston han utilizado la imagen de una mujer moderna junto a una cajetilla de tabaco, que lanzaba al mundo una pregunta tan contundente como “¿Tengo yo pinta de hacerte el desayuno?”, reforzando de esta manera la asociación entre fumar y el movimiento de liberación de las mujeres”.

Como muestran las investigaciones de la doctora Anne Kouvonen, en aquellos centros de trabajo donde se dan situaciones de falta de justicia y poco control sobre el propio trabajo, las personas que fuman tienen más dificultades para abandonar esta conducta. Es de suponer que esa situación de tensión y falta de control que dificulta dejar de fumar se agrave entre las mujeres expuestas al riesgo de la doble ocupación, aunque sobre esto todavía no se tienen datos. Isabel Nerín explica que están tratando de evaluar cómo influye la doble ocupación, esto es, la obligación de afrontar el trabajo doméstico y el trabajo fuera de casa, en la adicción al tabaco, pero que no resulta sencillo comparar los datos de las muestras disponibles porque casi no encuentran hombres sometidos a esa doble presión. La doctora Nerín de la Puerta, que también es psicóloga, tiene muy claro que “muchas mujeres que fuman creen que el tabaco es una estrategia para afrontar el estrés”.

“Tanto entre las mujeres como entre los hombres existe la percepción (errónea) de que fumar les ayuda a controlar el estrés, pero la mayoría de los estudios encuentra que la nicotina es más ansiogénica (crea ansiedad) que ansiolítica (reduce la ansiedad) y que la percepción del control del estrés que tiene la persona que fuma se debe más a la disminución del síndrome de abstinencia y a la misma conducta de fumar, que muchas veces supone hacer una “pausa”, que a la ingesta de nicotina”, explica Isabel Nerín de la Puerta.

Precisamente, la revista Adicciones publicará próximamente una investigación de la Unidad de Tabaquismo de la Universidad de Zaragoza que pone en cuestión que el tabaco tenga el efecto de reducir la ansiedad. Se trata de un estudio realizado con más de 500 fumadores, donde se pone de manifiesto que los niveles de ansiedad disminuyen al dejar de fumar y se mantienen bajos incluso tres meses después de haberlo dejado.

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Revista Por Experiencia

Revista Por Experiencia – ISTAS

Fuente Revista Por Experiencia - ISTAS

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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