Esa imagen benévola que presenta España como un país donde se vive bien y se trabaja cómodamente es insostenible a la luz de las investigaciones. Un estudio de ISTAS identifica altos porcentajes de la población expuestos a riesgos psicosociales que están en el origen de las enfermedades más características de nuestro tiempo.
La salud de los trabajadores se resiente cuando desempeñan sus trabajo en condiciones psicológicas y sociales inadecuadas. Desde la década de los 80 distintas investigaciones han identificado factores psicosociales del entorno laboral como una de las causas relevantes de las enfermedades cardiovasculares que son, por otra parte, la principal causa de muerte en el mundo industrializado.
Como explicaba Salvador Moncada, en el V Foro ISTAS de Salud Laboral, “detrás de la jerga técnica de riesgos psicosociales estamos hablando de ritmos e intensidad de trabajo excesivos, tiempos incontrolables, desconsideración y ninguneo, trato injusto, futuro inseguro, etc”. En definitiva, estamos hablando de condiciones de trabajo alienantes que no permiten el aprendizaje, el crecimiento y la autonomía. “Lo nuevo -como señaló Moncada- es que hoy tenemos un conocimiento y experiencia mayores que nunca acerca del daño en la salud que estas situaciones provocan y sabemos, además, que hay porcentajes considerables de la población asalariada española que las padece”.
Pero ¿cuántos trabajadores y trabajadoras están expuestos a esos riesgos?. Salvador Moncada, Clara Llorens, Xavier Gimeno y Ariadna Font pertenecientes al Centro de Referencia de Organización del Trabajo y Salud de ISTAS, presentaron en el V Foro los resultados de una encuesta representativa de la población asalariada española realizada entre 2004 y 2005, dentro de un proyecto de investigación financiado por el Fondo de Investigación Sanitaria (Plan Nacional de I+D+I). La fotografía del ambiente psicosocial de los y las trabajadoras españolas que arroja esta investigación es poco o nada admisible.
En el panorama que, según la encuesta, ofrece el ambiente de trabajo en España desde el punto de vista psicosocial destacan por el lado negativo formas de organización en las que los trabajadores y trabajadoras no tienen ni voz ni voto y que resultan bastante frustrantes en cuanto a expectativas de desarrollo profesional y laboral. Al menos uno de cada cuatro trabajadores se identifica con este escenario.
En algunos aspectos la proporción sube a uno de cada tres. Así, los que afirman disponer de bajos márgenes de decisión e insuficiente autonomía respecto al contenido y las condiciones de su trabajo (orden, métodos, tareas, cantidad de trabajo, etc) alcanzan la cifra del 37,6% y quienes tienen pocas posibilidades de controlar los ritmos y cadencias del trabajo, el 35,9%.
La inseguridad respecto a la conservación del empleo o al mantenimiento de unas determinadas condiciones laborales, es también una fuente de estrés que afecta a un 3,3% de la población trabajadora, muy preocupada por lo difícil que sería encontrar otro trabajo en el caso de quedarse en paro o por la posibilidad de un empeoramiento de las condiciones de trabajo.
No es de extrañar que un trabajo en cuya organización se cuenta poco con quienes han de realizarlo y que genera sentimientos de inseguridad respecto al futuro, resulte poco estimulante profesionalmente. De hecho, un 25% de la población trabajadora afirma tener pocas posibilidades de desarrollo en el trabajo, dado que les resulta rutinario, repetitivo y monótono y que no representa ningún tipo de aprendizaje o crecimiento.
A todo lo anterior se añade, en el caso de las mujeres asalariadas, el problema de la doble presencia o la dificultad para compatibilizar el trabajo productivo y el trabajo doméstico. La doble presencia fue definida gráficamente en el propio Foro por el profesor Tage S. Kristensen aludiendo al caso de una médico “que se va del hospital pensando que sale demasiado pronto del trabajo pero que entra en su casa convencida de que está llegando demasiado tarde”. Esta situación contradictoria afecta, de acuerdo con la encuesta, al 26,3% de las mujeres españolas que desarrollan un trabajo asalariado.
Una segunda contradicción, también muy extendida en el mundo del trabajo, se refiere al hecho de tener que esconder las emociones o callarse las opiniones, una situación de la que se queja casi un 25% de la población laboral.
Por último, un 21,3% de los trabajadores españoles se enfrentan habitualmente a situaciones de conflicto de rol en su trabajo, como exigencias contradictorias de carácter profesional o ético, porque aquello que tiene que hacer entra en conflicto con sus criterios profesionales o con sus valores personales.
Tejer redes de información y de apoyo social en el trabajo parece ser una forma de hacer frente a un entorno psicosocial desfavorable. Sin embargo, un 15,7% de los encuestados no dispone habitualmente de información adecuada sobre su trabajo para poder adaptarse a los cambios, un 11,9% no recibe suficiente apoyo de sus compañeros o superiores y un 16% tiene pocas posibilidades de relación social, esto es, trabaja de forma aislada y sin posibilidades de contacto y relación con los compañeros o compañeras de trabajo.
Estos son datos concluyentes acerca del ambiente psicosocial de trabajo en España. Si miramos a la Unión Europea, algunos riesgos psicosociales son más prevalentes en España que en otros países europeos. Las Encuestas Europeas de Condiciones de Trabajo señalan que la proporción de trabajadores europeos en situación de “alta tensión” desde el punto de vista psicosocial va en aumento, pasando del 14,5% en 195 al 17,6% en 2001. En España los trabajos asimilables a alta tensión afectaban al 24,1% de las mujeres en el año 2000 (el porcentaje más elevado de toda la UE) y al 21,2% de los hombres (el cuarto peor lugar, sólo superado por Portugal, Grecia e Italia). En el extremo opuesto, destacan las proporciones de hombres y mujeres ocupadas en tales condiciones en Dinamarca (7,9% y 4,9% ) y los Países Bajos (5,8% y 5,4%).
Por Experiencia – ISTAS
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