Dentro de los riesgos a los que están sometidos los profesionales de Enfermería, es innegable que los riesgos biológicos ocupan un lugar destacado; en parte debido por la realización de un altísimo porcentaje del número total de técnicas invasivas que se realizan en un hospital.

Últimamente comienza a arreciar la lluvia de peticiones referentes a la introducción de material de bioseguridad que minimice o evite en la medida de lo posible el número de accidentes biológicos. Hoy por hoy, EE.UU. es el único país que dispone de una legislación específica al respecto, concretamente los estados de California, Hawai, Tennessee y Texas; 18 estados se encuentran ahora considerando la introducción de legislación específica para la prevención de pinchazos. Así, la firma del ya conocido “Needlestick Safety and Prevention Act” en Noviembre del 2000 supuso el reconocimiento del diligente trabajo que la ANA-American Nurses Association (Asociación Americana de Enfermeras) venía realizando desde hacía ya algún tiempo.

Volviendo a nuestra realidad aquí en España, el último informe del registro Epinetac, sobre accidentes biológicos en el período 1998-2000, refleja que se han declarado 11660 exposiciones accidentales en 65 hospitales, de las cuales el 92,5% fueron percutáneas por pinchazo o corte. Es importante tener en consideración que la reducción de los accidentes biológicos pasa por integrar en un mismo plan preventivo un doble enfoque:

1º – Necesidad continua de información formativa y concienciación del riesgo biológico. Estudios de accidentalidad biológica en estudiantes de enfermería han demostrado que la accidentalidad de los mismos es muy elevada, observándose importantes deficiencias en su seguridad (1).

2º – Importancia de la introducción progresiva de material de bioseguridad: lancetas de seguridad, jeringas con aguja retraíble, intránulas seguras, etc…

Veamos un ejemplo bastante ilustrativo al respecto de lo que acabamos de decir: en el Servicio de Extracciones de la Clínica Mayo, en EE.UU., en el que trabajan 200 personas a tiempo completo, se produjo entre 1993 y 1996 un descenso de los accidentes de 1.5 a 0.2 por 10.000 punciones venosa (2). En cambio, según una encuesta nacional la media de accidentes entre 1990 y 1992 fue de 0.94 por 10.000 punciones venosas(3). La reducción de los accidentes en la Clínica Mayo se debió a cambios en la educación de los trabajadores y en las prácticas de trabajo, y a la implantación del uso de dispositivos con medidas de seguridad.(4)

La necesidad de la mejora continua del bagaje formativo en materia de riesgos laborales de los profesionales de enfermería es un aspecto que las gerencias y direcciones de centros sanitarios asumen sin más problema. En el caso de la introducción de material de bioseguridad el tema es diferente, ya que implica directamente una sobre-inversión en la compra de tales productos. A este respecto, comentar que esta reflexión nos lleva a un tema más profundo que es el de la actual cultura preventiva. Las Empresas, y en este caso los Hospitales que únicamente realizan un cumplimiento normativo en materia de prevención ven en la formación “la tabla de salvación”; el agua bendita con la que lavar sus conciencias y de alguna forma justificar ante la autoridad laboral que el riesgo biológico es tenido en cuenta en la prevención. Además, existe en la cultura preventiva que vivimos un aspecto añadido que dificulta el abordaje de la implantación de material de bioseguridad. Éste, es el del predominio de la prevención reactiva frente a la prevención pro-activa. No debiéramos hablar meramente de prevención. Deberíamos considerar que el nombre de prevención tiene un apellido y éste puede ser: pro-activa o reactiva. Lógicamente la esencia de la palabra prevención nos lleva a pensar que el nombre completo que hay que usar al hablar de prevención es el de Prevención Pro-activa.

Volviendo al tema específico que nos ocupa, desde que fuera usada la primera jeringa en 1845, los pinchazos accidentales han sido, y continúan siendo, un peligro para aquellos trabajadores que las usan habitualmente en su trabajo. Desde aquella fecha, la ingeniería al servicio de la instrumentación sanitaria ha evolucionado muchísimo. La aparición del VIH y concretamente, la descripción del primer caso de sida de transmisión ocupacional en diciembre de 1984, contraído precisamente por una enfermera(5), marcó un antes y un después en la concienciación de los profesionales sanitarios, sobre todo en aquellos que debido a su trabajo específico corren un mayor riesgo de sufrir un accidente biológico, que viene a ser casi lo mismo que decir inoculación accidental, ya que entre un 80% y un 90%, según los diversos estudios, de los accidentes biológicos son debidos a pinchazos.

Aquí en España, ya son varios los organismos, asociaciones y sindicatos que han realizado recomendaciones en base a la introducción de material de bioseguridad. Así, la Sociedad Española de Medicina Preventiva, a tenor de los datos que aporta el estudio Epinetac 1998-2000 recomienda explícitamente que “una forma de contribuir a la reducción del riesgo de exposiciones ocupacionales es compartiendo la experiencia de EE.UU. en la utilización de nuevos materiales de seguridad…”

También la Organización Colegial de Enfermería ha reclamado al Gobierno que regule la obligatoriedad de introducir, de forme paulatina, la utilización de material de bioseguridad. Por último y para terminar, es de destacar la reciente línea de trabajo que el SATSE (Sindicato de Enfermería) ha iniciado en Baleares a través de los Delegados de Prevención del citado sindicato. El tema se está trabajando inicialmente en el Hospital Son Llátzer de Palma de Mallorca y pronto se hará extensivo al resto.

Se ha presentado una petición para la introducción de material de bioseguridad, aportando argumentaciones basadas en fundamentos legales, magnitud del problema de los accidentes biológicos, eficacia de los materiales de bioseguridad, cuestiones éticas implicadas y ahorro de costes económicos, entre otras. Esperemos que a partir de iniciativas como esta, la introducción progresiva de material de bioseguridad sea un hecho.

Bibliografía1. Ortiz Molina, S; Riesgos biológicos de los estudiantes de enfermería durante la realización de sus prácticas clínicas. Revista Enfermería Científica. 242-243:37-42, 2002.

2. Dale, J C; Pruett, S K, y Maker, M D: “Accidental needlestick in the Phebotomy Service of the Department of Laboratory Medicine and Pathology at Mayo Clinic rochester”. Mayo Clin. Proc., 73(7): 611-615, 1998.

3. Howanitz, P J, y Schifman, R B: Phebotomists’ safety practices: a College of American pathologists Q-Probes study of 683 institutions”. Arch. Pathol. Lab. Med., 118: 957-962, 1994.

4. Gestal Otero, J.J.; Infecciones transmitidas por la sangre y los líquidos corporales. En, Riesgos laborales del personal sanitario, (3ª Edición). Ed. Mc-Graw-Hill-Interamericana. 483, 2003.

5. Lancet 1984; 2: 1376-1377.

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Francisco Cebrián Picazo – DUE de Empresa. Delegado de Prevención de Riesgos del Sindicato CEMSATSE. Palma de Mallorca

Fuente Revista PW Magazine 4

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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