Centenares de miles de trabajadores están expuestos diariamente a disolventes con graves efectos para la salud y, sin embargo, disponen de muy poca información y de escasas o ineficaces medidas de prevención y protección. La mejor medida preventiva es su sustitución, por ello ISTAS, en colaboración con las secretarías de Salud Laboral de CCOO de distintos territorios, ha desarrollado un proyecto que ha supuesto iniciar procesos de sustitución en 23 empresas. El balance es provisional pero se detecta que hay mucho por hacer y que falta mucha información.

Los disolventes son un grupo de sustancias químicas de amplio uso en el ámbito laboral. La mayoría contienen compuestos orgánicos volátiles (COV) que se evaporan fácilmente, son inflamables y pueden disolverse en grasas, por lo que el riesgo de exposición laboral y medioambiental durante su utilización es muy elevado. Las sustancias disolventes pueden provocar efectos muy graves sobre la salud de los trabajadores y trabajadoras e incluso, sobre la salud de sus hijos. Los efectos de una exposición prolongada a algunos disolventes incluyen cáncer; lesiones en el sistema nervioso; lesiones en riñón, hígado, corazón o pulmones; anemias y leucemia; lesiones en la piel; daños al sistema reproductor; y daños al sistema endocrino.

La medida de prevención más eficaz es evitar el uso de disolventes y sustituir los más peligrosos por otros menos peligrosos. Por ello, durante el año 207, las Secretarías de Salud Laboral y Medio Ambiente de CCO de Aragón, Cantabria, País Valencià y Madrid han desarrollado con ISTAS el proyecto “Prevención y Control de Sustancias Disolventes Peligrosas”. Entre mayo y noviembre de 207 se han visitado 167 empresas, se ha recogido información de 805 productos y 494 sustancias y se han puesto en marcha 23 procesos de sustitución, pero las cosas no resultan tan fáciles. “La labor de los delegados de prevención y que éstos tengan información de calidad es fundamental, como demuestran algunos de los casos que se han producido en este proyecto” afirma Dolores Romano, la responsable del Grupo de Riesgo Químico de ISTAS.

Y es que, en ocasiones, hay tanto por hacer que la sola presencia de los responsables de este proyecto, ya produce resultados sorprendentes. Por ejemplo, en una industria del metal de la Comunidad de Madrid donde fabrican conductos de aire acondicionado, se utiliza, en las cubas de desengrase un disolvente –el cloruro de metileno– que está calificado como probablemente cancerígeno. En la empresa explican que este disolvente se utiliza en sustitución del tricloroetileno – componente que tiene un nivel de peligrosidad mayor– que era usado con anterioridad en dicho proceso, es decir, que ya se ha producido una sustitución. O al menos eso es lo que creían los delegados de prevención de la empresa. La realidad se destapa a raíz de la visita de los representantes de la Secretaria de Salud Laboral de CCO Madrid que participan en este proyecto: “Al buscar nosotros alternativas para la sustitución del cloruro de metileno, los delegados nos han llamado escandalizados para decirnos que acaban de descubrir que en realidad no se había sustituido y que se sigue utilizando el tricloroetileno” explica Alberto Martín, técnico de prevención de la Unión Sindical de CCO en Madrid.

Alberto relata también otro caso más exitoso. En una lavandería industrial donde se limpia la ropa de varios hospitales de Madrid utilizan una máquina que usa tetracloroetileno, un disolvente clasificado como cancerígeno de categoría 3, para quitar las manchas difíciles. La visita de los profesionales que participan en este proyecto y la sola petición de las fichas de seguridad hace recapacitar a la empresa que decide que esas manchas difíciles ya no se van a quitar. A partir de ahora esa ropa se tirará a la basura y la máquina va a ser desmantelada. Desde CCO Madrid se exige que se haga una evaluación de riesgos de la retirada de la máquina “no sea que llegue ahora una subcontrata a retirar la máquina sin las debidas medidas de protección para los trabajadores y éstos paguen el pato” afirma Alberto Martín.

Éstas son las dos caras de la realidad. Nos encontramos, por un lado, con una voluntad de sustituir los productos peligrosos para la salud de los trabajadores y por otro con una importante falta de información sobre los efectos para la salud de los procesos en los que están participando. Dolores Romano destaca que este proyecto está demostrando el importante papel que pueden jugar los delegados de prevención para conseguir la sustitución de sustancias tóxicas en los puestos de trabajo. En su opinión, la cooperación entre los distintos territorios es clave: “Nos encontramos con que los mismos productos están clasificados de distinta forma en unas y otras comunidades autónomas”.

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Por Experiencia – ISTAS

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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