El transporte terrestre como toda actividad humana, por las características propias de su desarrollo y por lo especial de su realidad, implica riesgos que deben ser administrados con sistemas y programas especialmente elaborados, que controlen las pérdidas desde su origen.

Muchos empresarios (y directivos) del transporte tienen paradigmas negativos muy arraigados y realizan prácticas incompatibles para el mejoramiento de sus procesos, al no poseer una adecuada cultura preventiva, no adoptan sistemas de gestión preventiva, aplican la generalizada filosofía del cumplimiento del “mínimo legal” y no establecen estándares de operación que faciliten la prevención de pérdidas, su comportamiento esta orientado a la reacción (al “después de…”), no conservan un registro fiel de los incidentes y accidentes en sus operaciones que evidencie cuanto ganan y cuanto pierden y no investigan los eventos no deseados que los causan, no los tratan y por ello se repiten periódicamente. No hacen una buena selección de conductores (y de personal), dan tamaña responsabilidad a los jefes de mantenimiento o de operaciones en la equivocada idea que es de su competencia. No seleccionan a los conductores que son más idóneos para conducir de noche o en altura barométrica, o en selva, etc. No les proporcionan las mejores condiciones para el descanso y fatigan a sus conductores haciéndolos trabajar más de 15 horas diarias, convencidos de que “están acostumbrados”.

Parece una reiteración de lo obvio, pero es innegable que muchas empresas y organizaciones de transporte terrestre no están guiados por una adecuada cultura preventiva en el desarrollo de sus operaciones. Por ello, la movilización terrestre de personas o de carga en algunos países aún no ha alcanzado su conveniente desarrollo. Al carecer de cultura preventiva, la realidad es percibida sesgadamente y por lo general, se señala al conductor como el único responsable, a vías y condiciones ambientales adversas y a probables fallas y condiciones mecánicas en su funcionamiento. Esta percepción inadecuada de la realidad motiva luego la emisión de normas principalmente dirigidas a la sanción, al control documentario y a la inspección.

Siendo así, no se perciben las causas básicas, no se perciben las fallas en los procesos de operación, no se perciben los errores administrativos y organizacionales. La falta de cultura preventiva de los empresarios, de los directivos, de los funcionarios de las entidades legislativas y fiscalizadoras, crea una la visión sesgada de la realidad que dificulta comprenderlo y tratarlo como corresponde. Los resultados de esta indeseable condición, son los continuos e imparables accidentes, con su consecuencia de muerte, mutilación, incapacidad, dolor y cuantiosas pérdidas.

Este estado de cosas incluye también a medios de comunicación, cuyos periodistas poco competentes y carentes de una visión sistémica, desorientan y transmiten su visión prejuiciosa a la opinión pública, creando paradigmas negativos e inadecuados para la comprensión y terapéutica correcta de la problemática.

En cuanto a la aptitud para conducir por ejemplo, la problemática es aun más grave; se sabe de algunos conductores con hábitos negativos como la ludopatía, que muchos conductores trasandinos toman un brebaje mezcla de aguardiente, Coca Cola y Aspirina, llamado: ”Turbo” y que otros mastican hojas de coca “para el frío, el cansancio y el sueño”, que muchos se automedican, muchos son hipertensos, no pocos son diabéticos, muchos están y conducen con el colesterol y/o los triglicéridos elevados. Algunos son daltónicos, muchos tienen deficiencias visuales y de percepción u otras condiciones o dolencias psicofísicas incompatibles con la conducción, pero como lo señala “el mínimo legal”, son evaluados luego de varios años, tan solo cuando van a revalidar o recategorizar su licencia.

Sin control y seguimiento permanente, la discromatopsia, ametropía, colesterolhemia, hiperlipidemia, hipertensión, diabetes mellitus, etc., desconocidas por el empresario, por el profesional administrativo, legal o de ingeniería, ponen en riesgo cualquier operación de transporte (generalmente los conductores disimulan estas dolencias y sus efectos), siendo así, y como dice el dicho “el que no sabe es como el que no ve”, en las empresas, ni en los organismos “competentes”, no lo perciben, ni se ocupan, ni tratan, estos u otros riesgos y no se emite norma especifica que obligue a los empresarios a tener sistemas”AD OC”, con programas de seguimiento muy frecuente de estas u otras condiciones e riesgo.

Los accidentes en el transporte, por su naturaleza y lo complejo de su realidad, se originan en los escritorios. Está probado que las causas organizacionales constituyen el 60% de las causas de accidente. Un análisis minucioso de la causalidad de los accidentes evidencia la larga cadena de responsabilidad y errores que conducen a la generación de estos eventos no deseados en el transporte. Es por ello, justo y necesario que se adopte un enfoque diferente.

Un cambio así, con riesgos convenientemente tratados, elimina el error humano tanto individual como organizacional, evita el dolor, apunta al mejoramiento del servicio, al mejoramiento de las empresas y a un mejor estatus laboral para quienes la componen.

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Lic. Luis Santiago Asunción Valverde – Experto en Psicología Organizacional, Prevención de Riesgos, Emergencias y Salud Ocupacional – Perú

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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