Cada año aumentan los casos de síndrome postvacacional coincidiendo con el fin de las vacaciones, y su intensidad es un medidor que puede revelar la satisfacción individual de cada individuo.
Los síntomas más frecuentes son dificultar para dormir, irritabilidad, cansancio o una sensación de apatía y tristeza, y suelen durar entre siete y diez días.
La personalidad y la capacidad de adaptación de cada uno es también un factor importante a tener en cuenta ya que no todo el mundo tiene las mismas armas psicológicas para combatir la vuelta a la rutina tras las vacaciones.
Los expertos aconsejan no ponerse el “traje del invierno” al llegar septiembre, ni bajar las persianas, y hacer una vida invernal. “Aún quedan horas de luz, una temperatura que permite pasear, alarguemos el verano unas semanas, salgamos uno o dos días entre semana, y busquemos nuevos estímulos que nos hagan sentirnos algo más vivos”, cita el vicepresidente de ASEPP como recomendaciones.
Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.