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El último miércoles del mes de mayo se conmemora el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, una enfermedad neurológica crónica, inflamatoria y desmielinizante cuya causa exacta aún es desconocida, aunque la hipótesis más aceptada es que se debe a cierta predisposición genética, asociada a factores ambientales, que originan una alteración en la respuesta inmunológica.

La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que España hay unas 47.000 personas que padecen esta enfermedad, de la que cada año se diagnostican unos 1.800 casos nuevos.

Aunque la esclerosis múltiple puede aparecer a cualquier edad, es en el tramo comprendido entre los 20 y 40 años cuando es más habitual que comiencen los primeros síntomas. Lo que la convierte, después de los accidentes de tráfico en la causa más habitual de discapacidad entre los adultos jóvenes. “La esclerosis múltiple puede afectar a cualquier parte del cerebro o de la médula espinal, por lo que los síntomas de esta enfermedad son muy variados. Y aunque los más frecuentes son las alteraciones de la sensibilidad en alguna parte del cuerpo, visión borrosa o doble, falta de equilibrio o dificultad para coordinar movimientos, no todos los pacientes padecen estos síntomas”, explica la Dra. Ester Moral Torres, Coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmieliniantes de la Sociedad Española de Neurología.

También es una enfermedad muy variable en su forma de inicio o evolución. En un 85% de los casos, lo más frecuente es que la enfermedad se presente en “brotes”, es decir, síntomas neurológicos nuevos o bruscos que duren más de 24 horas. Es posible que, en hasta un 30-40% de los casos, con el paso de los años, la enfermedad pase a tener un curso progresivo y también existen formas que son progresivas desde el inicio.

Todos estos factores, unido a que actualmente no existe una prueba que diagnostique por sí sola la esclerosis múltiple, hace que, en ocasiones, el diagnóstico pueda ser complicado. “No obstante los avances que se han producido en el conocimiento de esta enfermedad, así como ciertas pruebas complementarias, como la resonancia magnética o la tomografía de coherencia óptica, han permitido que los casos diagnosticados de esclerosis múltiple se hayan duplicado en las últimas dos décadas y que el retraso medio en el diagnóstico y tratamiento de la esclerosis múltiple haya disminuido considerablemente: actualmente es de entre uno y dos años y en al menos un 40% de los pacientes con esclerosis múltiple, ya es posible corroborar la existencia de la enfermedad en sus fases más iniciales”, señala la Dra. Ester Moral.

Detectar la esclerosis múltiple en sus fases iniciales e iniciar el tratamiento de manera precoz es de especial importancia puesto que, gracias a la aparición de nuevos fármacos y a los buenos resultados con otros con los que ya tenemos más experiencia, ya es posible modificar el curso de la enfermedad hasta el punto de que ya existe un porcentaje elevado de pacientes que tras 15 años de enfermedad no presentan una discapacidad importante, a pesar de que puedan seguir presentando brotes. “Los tratamientos buscan mayor eficacia, mayor facilidad de administración y minimizar efectos adversos, consiguiendo principalmente controlar los brotes y la actividad inflamatoria pero incidiendo también sobre la discapacidad y la pérdida de volumen cerebral”, apunta la Dra. Ester Moral. “Aun así, todavía no contamos con un tratamiento realmente efectivo para detener la progresión de la enfermedad o para recuperar la discapacidad ya adquirida: dedicar más recursos a la investigación de la esclerosis múltiple progresiva es una prioridad”.

En todo caso, una vez diagnosticada la enfermedad, el paciente debe ser constante en su tratamiento y seguimiento por parte del neurólogo, para detectar nuevos síntomas o situaciones potencialmente modificables. Además, puede ser necesario incluir cambios de medicación o terapias como la neurorrehabilitación, que debe ser considerada como una parte más en el abordaje de la enfermedad. “La actividad física, realizada de forma prudente y adaptada a las necesidades de cada persona, se ha mostrado beneficiosa para las personas con esclerosis múltiple. Y también la alimentación variada y equilibrada siguiendo el estilo de la dieta mediterránea, evitando el sobrepeso y reforzando la ingesta de alimentos que contengan fibra, calcio y Vitamina D”, comenta la Dra. Ester Moral. “Asimismo, recordar que el tabaco y las altas temperaturas pueden empeorar los síntomas de la enfermedad”.

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