Esta nueva realidad ha generado alteraciones en los diferentes ámbitos: desde nuevas obligaciones en el trabajo o el hogar, cambios de roles o estilos de vida, alteración en las relaciones de pareja, cambios de horarios o incluso de casa.
La novedad es que esta situación pueda llegar a ser considerada normal y que, por lo tanto, invada una actitud de inacción, porque se piense que no se puede hacer nada, ya que esta situación menoscaba la salud laboral y la prevención de riesgos laborales.

Las consecuencias de la crisis económica son de todos conocidas: empresas que quiebran y se ven obligadas a cerrar, trabajadores que pasan a engrosar las cifras del desempleo, familias que no pueden llegar a fin de mes, personas que no pueden hacer frente a sus hipotecas y se ven abocadas al desahucio… Todo ello no se limita, sin embargo, a una cuestión económica o a un problema para garantizarse las necesidades básicas de alimento, vivienda y unas condiciones de vida dignas, sino que conlleva numerosas implicaciones personales y psicosociales (Gili y otros, 2012).

La pérdida de un trabajo, socialmente aprendido como la principal fuente de refuerzo y autoconcepto, es una de las situaciones más dramáticas que puede experimentar una persona laboralmente activa, ya que no sólo afecta a la pérdida de ingresos o de la renta necesaria para el propio sustento y el de la familia, sino que también tiene repercusiones emocionales y psicológicas.

visión laboral de hoyEn el marco de las dificultades del mundo laboral puede ocurrir, y está ocurriendo en España, que el trabajador pierda el puesto trabajo o que las condiciones de trabajo, por cambios organizacionales, restricciones económicas, etc., se vayan deteriorando.

En las reestructuraciones de empresas muchos trabajadores van al paro. Los que van al paro pueden sentirse personas vulnerables, deprimidas e insatisfechas con su vida, que se acompaña de agresividad hacía los demás, frustración, sensación de pérdida de control y ansiedad, y la motivación y autoestima disminuye progresivamente con el paso del tiempo. Pero aquellos que conservan el trabajo, pueden llegar a tener sentimientos de culpa, porque ellos no lo han perdido, o un sentimiento de egoísmo que soslaya el malestar que provoca pensar en el destino del que se ha quedado sin trabajo.

La representación social del paro de tipo conductual atribuye a causas personales a la historia laboral, la formación, la actividad profesional, etc., lo que contribuye al proceso de desocialización de la problemática laboral. Porque el desempleo representa la ruptura del sistema de relaciones y la desintegración de expectativas y modelos de comportamiento asociados a dichas relaciones (Buendía, 1990).

El desempleo o la amenaza de perder el trabajo son agresiones que se ejercen sobre los trabajadores y que producen además de un deterioro de la salud, una angustia que se puede definir como traumática, porque se generan dramas familiares y personales, ya que el trabajo no sólo sirve para ganarse la vida, sino también para lograr el desarrollo personal. Esta realidad configura una población en riesgo por traumatismo acumulativo.

Una forma de angustia traumática está asociada a la inactividad laboral y a la flexibilidad laboral, que exponen a los trabajadores y los dejan indefensos ante la conceptualización, por parte de otros, como masa sobrante y los excluye del sistema laboral, ya que el primer gran impacto del desempleo es el padecimiento del síndrome de la invisibilidad, la persona siente que no le ven (Buendía, 2010).

A la banalización de la injusticia no se reacciona y aparece una anestesia progresiva, porque se piensa como los que tienen el poder quieren que se piense, así queda en suspenso el pensar y surge la alienación.

Pensar que el agravio laboral es debido a la globalización de las actuales condiciones de trabajo, es una manera de adherirse a cualquier causa economicista, no sólo por efectos de una simple resignación o por la impotencia frente a un proceso que parece superar a las personas, sino que forma parte de lo que Déjours (1992) llama “normopatías defensivas”: como defensa contra la conciencia dolorosa de la propia complicidad, colaboración y responsabilidad en el desarrollo del malestar social actual.

Por cada desempleado, por cada trabajador precarizado, se aterrorizan otros muchos por identificación proyectiva, y al resignarse se cercena lo más valioso de sí, el propio deseo, lo que genera sobreadaptación debida al terror a la exclusión, llegando a estar dispuesto a trabajar en cualquier puesto.

En las situaciones de sufrimiento laboral la víctima tiende a recortar lo que le hace sufrir, lo que hace peligrar la pertenencia y se adapta a cualquier cosa.
Freud (1930) señalaba en “Malestar en la cultura” que ante la violencia de humanos contra humanos, los sujetos pueden presentar estupor inicial, paulatino embotamiento, anestesia afectiva, anulación de la sensibilidad frente a estímulos desagradables, abandono de toda expectativa, aislamiento de los demás e individualismo. Bajo efectos del control social estas defensas atacan la capacidad de pensar, de actuar y juegan además un papel conservador de resistencia al cambio. Es una anestesia en detrimento del funcionamiento psíquico y social.

Se ha señalado que en esas situaciones sociales traumáticas, el yo utiliza la ambigüedad para protegerse. La ambigüedad funciona como un mecanismo de defensa y al mismo tiempo como un mecanismo de adaptación (Amati Sas, 2005).
Estas defensas tienen en común la formación de una denegación de la percepción de la realidad en lo que hace sufrir a las personas en el espacio laboral que Déjours (2000) denominó “denegación de la realidad del trabajo”. Estas estrategias de defensa contra el sufrimiento son un eslabón intermediario decisivo en el consentimiento de la injusticia y en la banalización de la injusticia social.

visión laboral EspañaEl maltrato en las condiciones y situación laboral pueden desencadenar sintomatología psicopatológica en los trabajadores no sólo por los ataques efectuados sino por la pasividad y la ausencia de solidaridad por parte de los compañeros. Es lo que Déjours (2006) denominó como “patología de la soledad”. El agravamiento de las consecuencias psicopatológicas estaría ligado según Déjours a la desestructuración de las estrategias colectivas de defensa contra la injusticia y el sufrimiento infligidos a un compañero. Esta desestructuración no es el resultado de un proceso de resignación o pasividad, sino de una transformación en profundidad de las formas de dominación social en el mundo del trabajo, bajo el terror a la exclusión social en tiempos de precariedad laboral, como ocurre actualmente en España.

La amenaza de perder el trabajo puede potenciar la disposición a la adicción al trabajo como forma de procesar los componentes persecutorios, actitud que pone en peligro las condiciones necesarias para el desarrollo de la afectividad y las relaciones familiares y sociales. La adaptación acrítica ante los mandatos laborales, produce y reproduce sometimientos en cadena.

La pasividad, la impotencia, el conformismo, la canalización de la injusticia social, la confusión y el individualismo es consecuencia de la agresión laboral, por lo que se hace necesario un trabajo psíquico sobre el trabajador, sobre la experiencia del trabajo para descubrir la insensibilización ante el sufrimiento propio y el ajeno, para poder ir acrecentando el conocimiento sobre el funcionamiento social en el trabajo. Esto implica tomar conciencia de los mecanismos defensivos utilizados en la manera de trabajar y adquirir conciencia crítica.

El trabajador ha de realizar un proceso de readecuación de la relación con el trabajo y una elaboración del sufrimiento laboral y sus consecuencias. Se necesita de una reapropiación del trabajo y de sus vínculos. Para que el trabajo contribuya a salud mental es necesario un trabajo psíquico, que pueda dar al trabajador la posibilidad de transformar la realidad.

CONCLUSIÓN

Aunque no se conoce la magnitud de las consecuencias psicológicas que puede alcanzar la crisis económica, los datos que se manejan no son en absoluto optimistas y no se debe olvidar que, tanto la percepción de la crisis como la forma de encararla afectarán al comportamiento. La crisis puede ser un acicate para transformar el medio laboral en una condición positiva y servir de crecimiento al trabajador si se le muestran las mejores formas de afrontar los problemas con inteligencia emocional y actitudes positivas ante la conducta de los otros y la propia condición laboral.

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Fernando Mansilla Izquierdo

Psicólogo del Ayuntamiento de Madrid. Especialista en Psicología Clínica y en Psicoterapia. Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales en las Especialidades de Seguridad en el Trabajo, Higiene Industrial y Ergonomía y Psicosociología Aplicada.

Fuente Revista PW Magazine 50

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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